02 2007
Salvajización del lenguaje. Liberación de la expresión.
Sobre el proyecto de una “lengua degenerada” en Ernst Jandl.
Traducción de Glòria Mèlich Bolet y Gala Pin Ferrando, revisada por Joaquín Barriendos
Suele pensarse que la relación de los literatos y las literatas con la lengua es en ocasiones una relación no salvaje, a través de la cual a la lengua se la configura y disciplina. En ocasiones se les otorga también la autoridad de decir la última palabra para proclamar reglas y estándares[1]. Algunas obras literarias tienen incluso la reputación de haber impulsado el desarrollo de una lengua nacional o, como mínimo, de haber influido de manera esencial en ella[2]. Es fácil percibir en estas ideas algunos de los elementos centrales de la ideología burguesa. “La lengua” se concibe como bien cultural y la responsabilidad de su mantenimiento, cuidado y preservación se deja en manos de una serie de iniciados, cuya función consiste en hacer el papel de guardianes del “tesoro” y de jueces de su correcta utilización. El surgimiento de una lengua, una cultura o una tradición se atribuye a su vez a los acentos heroicos de un reducido número de hombres significativos. De la misma manera que lo hacen los héroes míticos, éstos emergen como domadores del lenguaje y fundadores de la cultura, dejando una herencia que las generaciones venideras podrán usar con el debido respeto.
En las sociedades asentadas –por no decir estancadas–, por su parte, la literatura tiende a asumir lentamente un papel que, desde la perspectiva de la administración cultural representativa, resulta completamente antiheroico. Éste papel consiste en, cada vez más, experimentar y cuestionar lo que en la constitución de la esfera pública se ha consolidado como “lenguaje oficioso”[3]. En una situación como ésta, sin embargo, la literatura debe extrañarse frente al cuestionable carácter de totalidad de una cultura/lengua, así como también ante su propia singularidad. De no ser así, ésta sólo constituiría un afuera profético, moralmente intocable.
Lo que queremos examinar aquí es el surgimiento literario de las llamadas lenguas salvajes por medio de un ejemplo que a la vez encarna una efímera y silenciosa implosión, y un significativo cambio de paradigma desde un punto de vista social. Para ello viajaremos de regreso a los años setenta; una época de crítica radical, de anacrónica yuxtaposición entre utopías colectivas e individualización programática. Nos introducimos en la cabeza de una figura marginal en estado de voluntaria autolimitación dentro de un contexto sociopolítico de extrema estabilidad: la Austria de Kreisky[4]. La finalidad de proponer este experimento es, por lo tanto, la de traer de nuevo a la experiencia parte de las vinculaciones antiheroicas entre libertad y obligación, lengua e identidad, devenir y fracasar.
A mediados de los años setenta Ernst Jandl (1925-2000) se convirtió en aquello que durante mucho tiempo se había resistido a ser: un escritor no sólo independiente sino también exitoso, tanto en lo que se refiere a la realización de su programa estético radical como a la aceptación del público. Hasta la edad de los cuarenta años –protegido bajo su oficio de profesor de inglés en un instituto de Viena– su producción se había quedado atrapada en el cajón de su escritorio. Como había sucedido a sus amigos poetas del Grupo de Viena o a las escritoras, de similar talante innovador, Friederike Mayröcker y Elfriede Gerstl, los experimentos poéticos lúdico-anarquistas ausentes de compromiso de Ernst Jandl le habían apartado de la posibilidad del reconocimiento público en una Austria de posguerra marcada por una conservadora estrechez de miras.
La falta de reconocimiento público generó un sufrimiento tan profundo en Jandl, que éste se ahorró la decisión de asumir una existencia insegura como escritor independiente. En su ensayo “Problematik des freien Schriftstellers” [“Problemática del escritor independiente”] explica el proceso de socialización de los motivos por los que aun a principios de los años setenta perseveraba en una existencia burguesa: “El hecho de que la pregunta acerca de lo que yo habría de ser algún día tomara un lugar central en mis pensamientos de infancia, tiene su origen en el tipo de familia pequeñoburguesa con un entorno estrecho en la que crecí, el cual es absolutamente común en este tipo de familias. En ellas no había la ligereza del dejarse hacer día tras día, ni la despreocupación de una vida de la mano a la boca, como hubiera sido posible en las capas sociales más bajas; pero tampoco la confianza en la propia sustancia, en los propios fondos, y en la capacidad sustentadora del propio fundamento social de aquellos que se encuentran en un estatus social más elevado, y por lo tanto ningún sosiego con respecto al futuro”[5]. Teniendo en cuenta el hecho de que la composición de muchos de los que luego se convirtieron en sus proverbiales juegos lingüísticos (entre los cuales algunos como: “bist eulen”, “lichtung”, “wien: heldenplatz” u “ottos mops”)[6] –los cuales representaban una consecuente ruptura del tabú social y lingüístico– fueron escritos en la época de su producción clandestina, se hace evidente la siguiente contradicción: vivir y escribir no se presentan como una unidad, sino que divergen inexorablemente. Esto, además, ocurre de la forma más antiheroica que se puede llegar a imaginar.
En su ensayo, Jandl expone las contradicciones de su existencia no sólo para buscar el consuelo en unas gotas de autocompasión sino, por el contrario, para que el autor pueda formular su doble vida como conditio sine qua non: sólo a través de la independencia económica de un oficio que aseguraba su existencia le era posible permanecer independiente en su escribir, tanto en lo referente al contenido como a la estética. Jandl veía la única alternativa posible en el llamado “libre mercado”, en la escritura de literatura de género, como la novela negra, que él apreciaba como lector por encima de otros ya antes de su boom[7].
En relación con el problema de la lengua salvaje, lo que queremos plantearnos es una pregunta sobre las relaciones entre forma de existencia y modo de escritura a partir de la transformación en la estética. El trabajo de Jandl experimenta, en el momento de su popularización (y con el trasfondo de su aceptación “involuntaria” de convertirse en escritor independiente) un cambio programático que transforma la tensión entre independencia y producción en una reflexión poética radical.
En un primer momento, sin embargo, se da la experiencia del completo hundimiento de esa misma producción, hecho que debió afectar con especial dureza a un autor con tan elevadas exigencias de innovación lingüística constante a través de la poesía. Bajo la forma de una breve interrupción compone en marzo de 1976 un ciclo de catorce poemas titulado Tagenglas[8] [Cristal de días], cuyas tendencias de base provocan la misma conmoción que sus anteriores experimentos: regresión, infantilización y patética exhibición de incontinencia mental y lingüística que casi hacen fracasar la publicación del ciclo en la revista literaria Merkur[9]. La ofensa de Tagenglas residía y reside en el hecho de que esas miniaturas aparentemente delirantes ponen radicalmente en cuestión la diferencia entre escribir y no-escribir, entre literatura y sinsentido. Lo que todavía hoy nos provoca perplejidad es la manifiesta simultaneidad de inmediatez casi improvisada y riguroso virtuosismo contenida en las poesías. El escribir sustituye al autor y se apodera del “yo lírico”, cuyo problema ya no consiste en la pérdida de su soberanía sino en el descubrimiento de una espantosa multitud de estados literalmente no-buenos en el propio interior. Obsesión, una indiferencia que raya la estupidez, pérdida del control sobre las más elementales funciones corporales, ambivalencia sexual: las poesías de Tagenglas crean una forma de escribir de lo no-idéntico, en tanto que enuncian contenidos sobre los cuales no se deja fundar una identidad representable.
Esta forma de escribir es “militante” en el sentido que argumenta Roland Barthes en su análisis sobre las prácticas de escritura revolucionarias: “en esta escritura abundan las sutilezas”[10]. Sin embargo, la militancia específica de Tagenglas y sobretodo de los poemas en “lengua degenerada” [11] que le siguen en un renovado impulso de escritura en 1977[12], no apela tanto a circunstancias externas como a estados internos: “seinen mistigen / leben er nun nehmen auf den schaufeln von worten / und es demonstrieren als einen den stinkigen haufen / denen es seien”[13], escribe en “Von einen sprachen” [“De unas lenguas”]. Aquí se manifiesta la constelación de doble ambivalencia que supone una cualidad completamente nueva en lo que se refiere al escribir de Jandl: Por un lado, Jandl reconstruye, mediante la autoobservación poética, la existencia libre en tanto que obligación, en ocasiones insoportable, de autopreservación productiva; por el otro, el punto cero del “lenguaje degenerado” se revela como un golpe emancipatorio radical en el que, de nuevo, se dibuja una perspectiva de innovación estética: “wenn du haben verloren / den worten überhaupten, sämtlichen worten, du haben / nicht einen einzigen worten mehr; dann du vielleicht / werden anfangen leuchten, zeigen den pfaden / denen hyänenen, du fosforeszierenen aasen!”[14]. Así acaba el poema “Von leuchten” [“Del brillar”]; pero no es sólo aquí en donde parece triunfar la voluntad de una ruptura del habla sobre el contenido.
La lengua degenerada crea un tipo de desviación que imita superficialmente las formas del llamado “Gastarbeiterdeutsch”[15]: con ello expresa su vinculación –su solidaridad, si se quiere– con situaciones lingüísticas de las personas que, como escribe Jandl, “se ven obligadas a hablar alemán, sin haberlo aprendido sistemáticamente”[16]. Vista así, la lengua degenerada aparece como un hablar bajo presión, bajo la obligación de una necesidad elemental. Por otro lado, aparecen en los poemas palabras, frases e imágenes lingüísticas que, por decirlo de algún modo, provienen de “arriba”: modismos idiomáticos, palabras extranjeras y figuras poético-retóricas que parecen más bien sugerir aquí el balbuceo de alguien que antiguamente “dominaba el lenguaje”. Parte de la broma en este lenguaje parece ser, por lo tanto, que en ella habla una multitud sin nombre[17]. La forma en la que los poemas rompen patrones lingüísticos, se desencajan entre ellos y se componen de nuevo, hace salir a la luz, a través de la lengua degenerada, aquel “devenir” que Gilles Deleuze reclama para el escribir en general: “Escribir es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida. Es un proceso, es decir, un paso de Vida que atraviesa lo vivible y lo vivido. La escritura es inseparable del devenir. Escribiendo se deviene-mujer, se deviene-animal o vegetal, se deviene molécula hasta devenir imperceptible”[18].
En este punto, la lengua degenerada de Jandl no sólo conecta lingüísticamente, sino también políticamente, con códigos externos a la literatura que provienen de subculturas y sociedades minoritarias: también ellas están expuestas a una enorme oscilación entre los polos de la desviación y la adaptación; en sus estrategias en el juego de condensaciones temporales e intermitentes se enfrentan, obligatoriamente, con la propia alienación. La alienación caracteriza también la experiencia existencial fundamental de Ernst Jandl en los años setenta: justo en el centro de una floreciente sociedad del bienestar y el pleno empleo se ve expuesto a un fracaso en su “nueva libertad”, en tanto que no se puede ser otra cosa que desavenido con uno mismo. Esto no puede recogerse en la utopía de un lenguaje de la experiencia de sí o de la redención de sí, la cual volvería a unir lo que se ha roto. Justo en el enfrentamiento poético con aquello que el sociólogo Zygmunt Bauman llama “ambivalencia”[19], en el que éste sitúa la dimensión reprimida de la modernidad, la “lengua degenerada” permanece extraña y subversiva. Precisamente, una lengua salvaje.
[1] El periodista austriaco Heinz Sichrowsky, en una entrevista radiofónica en la Deutschlandfunk, exigía en el punto álgido de la discusión sobre la nueva reforma de la lengua alemana que el campo abierto para tan amplia y fundante renovación debía dejarse enteramente en manos de los escritores y escritoras, es decir, a los expertos y expertas de la lengua.
[2] De este modo se afirma por ejemplo que la violenta novela-reportaje Os sertoes [Los sertones] del periodista Euclides da Cunha ha expandido eficazmente el brasileño moderno; otros textos más antiguos a los que se les atribuye una influencia similar son la traducción de la Biblia de Martín Lutero, o el tratado de Dante sobre lo “volgare”. Si se observa más detalladamente, sin embargo, estas contribuciones únicas se muestran como un trabajo de compresión complejo de formas de comportamiento lingüístico colectivo.
[3] Véanse las anotaciones de Niklas Luhmann a la autodescripción en las organizaciones, en Organisation und Entscheidung, Westdeutscher Verlag, Opladen, pág. 417 y ss. [versión castellana: Organización y decisión; autopoiesis, acción y entendimiento, Anthropos, Editorial del Hombre, Rubí, 2005].
[4] Se conoce como “era Kreisky” el periodo comprendido entre 1970 y 1993 en el que gobernó en Austria B. Kreisky, del Partido Socialista Austriaco [NdT],.
[5] Ernst Jandl, Autor in Gesellschaft. Aufsätze und Reden, Luchterhand, Munich, 1999, pág. 88.
[6] “Eres lechuzas”, “claro del bosque”, “Viena: lugar de héroes” o “el doguillo de Otto” [traducción nuestra (NdT)].
[7] Véase Ernst Jandl, Autor in Gesellschaft, op. cit., pág. 90.
[8] Ernst Jandl, Poetische Werke, vol 7, edición de Klaus Siblewski, Luchterhand, Munich, págs. 125-139.
[9] Finalmente los poemas se publicaron, pero sólo porque Peter Horst Neumann intercedió con un “comentario introductorio”.
[10] Roland Barthes, El grado cero de la escritura. Seguido de nuevos ensayos críticos, Siglo XXI Editores, Madrid, 1997 (http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Roland%20Barthes.pdf, pág. 7).
[11] “Heruntergekommene Sprache”. En lo sucesivo, se usará el término en castellano [NdT].
[12] Ernst Jandl, Poetische Werke, vol. 7, op. cit., págs. 181-208.
[13] “Su sucia / vida él sólo toma paleando palabras / y demostrarlo como uno de los apestosos montones / que ello es” [traducción nuestra (NdT)].
[14] “Cuando tú haber perdido / las palabras en general, todas las palabras (que) tú tener/ ni una sola palabra más, entonces tú quizá / ir empezando a brillar, enseñando camino / a cuyas yenas, tú carroñero fosforizante.” [traducción nuestra (NdT)].
[15] Literalmente “alemán del trabajador invitado”. Se refiere al alemán que hablan los trabajadores y trabajadoras inmigrantes en los países de habla alemana.
[16] Ernst Jandl, Poetische Werke, vol. 8, op. cit., pág. 17.
[17] En este sentido, la lengua degenerada introduce todo aquello que Paolo Virno ha desarrollado en su Gramática de la Multitud. Véase Paolo Virno, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas, Traficantes de Sueños, Madrid, 2003 (http://www.nodo50.org/ts/editorial/gramatica%20de%20la%20multitud.pdf).
[18] Gilles Deleuze, Crítica y clínica, traducción de T. Kauf, Anagramaa, Barcelona, 1996, pág. 11.
[19] Véase sus anàlisis en La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones, Paidós, Barcelona, 2002.