Cookies disclaimer

Our site saves small pieces of text information (cookies) on your device in order to keep sessions open and for statistical purposes. These statistics aren't shared with any third-party company. You can disable the usage of cookies by changing the settings of your browser. By browsing our website without changing the browser settings you grant us permission to store that information on your device.

I agree

08 2005

Autogestión de trabajadores en Yugoslavia

Todor Kuljic

Transcripción de un vídeo de O. Ressler,
grabado en Belgrado, Serbia, 23 min., 2003


El sistema de autogestión yugoslavo marcó un hito en su época. Podía describirse como un híbrido constituido por varias formas de organización económica. No era un socialismo planificado como ocurría en la Unión Soviética, ni tampoco una mera economía de mercado. Era más bien algo intermedio. El socialismo yugoslavo no era solamente una economía de propiedad social; abarcaba muchas otras formas de propiedad. Este sistema gozó de una gran popularidad en su época, no solamente entre la izquierda, sino también entre otros poderes políticos. La diversidad de elementos organizativos era muy amplia. Por un lado, existía en Yugoslavia una administración de cuadros relativamente estricta y una administración de cuadros del partido; por otro, una democracia directa, particularmente en las fábricas: por una parte, el control del partido; por otra, el control del trabajo. Evidentemente, estos elementos no eran siempre radicalmente opuestos, dado que el partido gobernante y el trabajador compartían la misma ideología, es decir, el comunismo, la ideología de izquierdas. Sin embargo, surgieron diversos conflictos entre estos poderes. La verdadera democracia directa tuvo lugar únicamente en los niveles inferiores. Era precisamente en estos niveles, donde existía una verdadera democracia y donde todo el mundo podía participar en la toma de decisiones. Pero, al igual que ocurría en el resto de países comunistas, la democracia en los niveles superiores era casi inexistente. El control sobre esta democracia directa lo ejercía un estricto partido de cuadros. Aunque esto era solamente una parte del todo. La otra parte estaba formada por las economías planificadas y las de mercado. Especialmente después de 1965, Yugoslavia gozaba de una economía de mercado relativamente liberalizada. Este hecho constituía una respuesta a la Unión Soviética. Toda la ideología de la autogestión yugoslava fue descrita como una especie de tercera alternativa, que los funcionarios socialistas yugoslavos ponían continuamente de manifiesto. No era ni socialismo planificado ni capitalismo. Era un punto intermedio entre estos dos polos opuestos; una democracia con un verdadero autogobierno. Y esta ideología de la tercera alternativa permitía además una política exterior mucho más flexible y beneficiosa, tanto en Oriente como en Occidente.

Las decisiones que se tomaban en las plantas de producción, se hacían de forma independiente; los consejos obreros eran soberanos, aunque estuvieran bajo el auspicio del partido gobernante. Se diferenciaban varios aspectos: aquéllos en los que los consejos obreros eran soberanos, y otros en los que dependían de los decretos procedentes de las autoridades. En lo que respecta a la distribución de los ingresos percibidos en las empresas, los consejos obreros, representados por todos los obreros y no únicamente por los más cualificados, disponían de total independencia en la toma de decisiones. ¿Qué porcentaje de ingresos debía distribuirse, qué porcentaje debía destinarse a otro tipo de actividades?, etcétera. Sin embargo, en las plantas de producción surgían también diversas cuestiones técnicas, donde los controles laborales no eran soberanos. Estas cuestiones eran puramente técnicas, o bien asuntos relacionados con la ingeniería, tecnología, etcétera. En estos casos, los expertos eran soberanos. Existían, por tanto, tres áreas: una primera área relacionada con las cuestiones puramente técnicas, una segunda dedicada a los asuntos de distribución dentro de la planta y la tercera, que hacía referencia al problema de la administración de cuadros. En estos casos, el comité del partido siempre tenía la última palabra y no existían decisiones soberanas por parte de los consejos obreros. Se podría decir que era una democracia directa mixta compuesta por varias capas. No obstante, si la comparamos, por ejemplo, con el estado actual en el que se encuentra Yugoslavia, donde impera una especie de capitalismo salvaje, podríamos decir que era una democracia que funcionaba relativamente bien. La clase trabajadora y la gente pobre disfrutaba de una clase de derecho soberano, que no tienen hoy en día. No se puede calificar el sistema de autogestión yugoslavo en su totalidad de totalitario, pero tampoco debemos idealizar este tema del socialismo. La verdad subyace en un punto intermedio, como ocurre en el resto de áreas. La verdad se erige entre estos dos polos: un sistema unipartidario que disfrutaba también de una democracia directa en los niveles inferiores. Por ejemplo, en lo que respecta a los trabajadores, éstos no podían perder sus trabajos si el consejo laboral no se encontraba activo. La decisión final no dependía de la dirección. El consejo laboral, representado también por los trabajadores, decidía la valía de un trabajador. Hoy en día, únicamente son válidos los decretos. Asimismo, los consejos laborales eran soberanos en otros asuntos sociales, como era el caso de los apartamentos, vacaciones y distribución de ingresos.

Evidentemente, la lista de problemas era innumerable. A continuación, me gustaría aclarar una serie de problemas estructurales. El sistema yugoslavo de autogestión surgió en un estado balcánico relativamente subdesarrollado. Ello fue especialmente relevante para la población activa. En los años 50, y durante el período de gestación del sistema de autogestión, el índice de población rural subdesarrollada era bastante elevado. En primer lugar, se hizo necesaria la creación de una clase trabajadora moderna, lo que no resultó nada fácil debido a que muchos trabajadores habían asentado sus raíces en sus pueblos de origen. Los agricultores tuvieron que trabajar en la industria. Este hecho constituyó uno de los problemas fundamentales, dado que no estaba exclusivamente vinculado a una cultura industrial, sino también a una cultura política inmadura. El área de los Balcanes era un mar de guerras y dictadores y no gozábamos de una extensa tradición de cultura política. Este factor tuvo también una gran repercusión en el sistema de autogestión. Un sistema de autogestión puede funcionar únicamente en un entorno cultural. Sin cultura, sin educación, sin escuelas, sin especialización, la autogestión no tiene cabida. El segundo problema que he mencionado lo constituía el contraste entre la democracia directa y el control ejercido por el cuadro: esta escisión interna que tuvo lugar entre el control del partido y la lucha de los trabajadores por crear su propio espacio democrático. Y el tercer problema estructural importante fue el contraste predominante en Yugoslavia entre las zonas más opulentas y las más humildes, las repúblicas pudientes y las más necesitadas, que posteriormente entrarían a formar parte de las naciones ricas y pobres. Desde comienzos de los años 60, vivimos un conflicto latente entre ricos y pobres. Tito tuvo que actuar constantemente como mediador entre ricos y pobres. Se libraba una incesante batalla por la distribución de los ingresos federales. Esta contradicción estructural impidió el funcionamiento del sistema de autogestión yugoslavo.
En lo que a mí respecta, el sistema de autogestión yugoslavo experimentó un mayor desarrollo en Eslovenia, la república más desarrollada. En Kosovo, Macedonia y Montenegro, donde imperaban las antiguas estructuras tribales, nunca pudo existir un verdadero sistema de autogestión y democracia. Yugoslavia era un estado federal compuesto por áreas muy diversas. Existían diferencias en el ámbito de la cultura, religión y, asimismo, en el nivel industrial de desarrollo. La coordinación se hacía una tarea impracticable. No obstante, se hizo posible; este sistema funcionó durante al menos cuarenta años. Además, Tito jugó un papel muy importante como líder de un estado insólito y contradictorio.

El sistema de autogestión yugoslavo fue una laboratorio social, además de nacional. Bajo un punto de vista social, fue todo un experimento en el que confluyeron un sinfín de ideas. El legado de la Comuna de París, de la democracia social serbia a finales del siglo XIX y de la anarquía, que representaría posteriormente un papel muy importante en la crítica del estalinismo. Estos elementos anárquicos, y en algunos casos trosquistas, formaban parte de la ideología del partido de Tito y favorecían la crítica del estalinismo. Por otro lado, y como ya he comentado anteriormente, el sistema de autogestión yugoslavo fue un laboratorio nacional, e incluso transnacional. Este sistema fue un régimen que vio cómo convivían pacíficamente distintas naciones, se practicaba una economía transnacional y el líder transnacional alcanzaba una popularidad sin precedentes, desde Macedonia hasta Eslovenia. El carisma de Tito, aunque autoritario, tuvo una función claramente cosmopolita. Una vez lo comparé con el carisma de Alejandro el Grande. Fue un líder autoritario, pero acercó a personas de muy diversa índole. Eso también decía mucho de Tito. Asimismo, me gustaría aclarar que debemos considerar la historia de este sistema de autogestión yugoslavo desde una perspectiva radical. Debemos conocer a fondo la historia de nuestro pasado para poder emitir un juicio de valor sobre el autoritarismo del sistema imperante en aquel entonces. Fue una democracia directa, autoritaria e ilustrada, aunque a simple vista, estos términos puedan parecer contradictorios. No obstante, creo que todo fue muy contradictorio. Es imposible comprender este estado mediante el empleo de términos y categorías inequívocas.

El edificio de enfrente era el comité central de la Liga Comunista Yugoslava. Las sesiones se llevaban a cabo en este bonito y moderno edificio que fue construido en los años 70 y bombardeado en 1999, aunque ya estaba bastante demolido por entonces. Posteriormente, lo compró un empresario, que restauró el anterior Comité Central y que ahora utiliza para sus propios fines personales. Lo que vemos a continuación, es un momento histórico decisivo. Esta plaza, que vivió la crítica acérrima al capitalismo, se ha convertido ahora en una plaza capitalista y comercial.

Bajo mi punto de vista, la autogestión no puede morir nunca. No se trata únicamente de una mera cuestión romántica, ni tampoco de una especie de democracia totalitaria que tanto reivindican los liberales de hoy en día. Es una democracia íntegra, aunque lamentablemente inviable en el sistema de globalización actual. De forma parecida a lo que ocurre con cualquier otra idea, el sistema de autogestión debe desarrollarse en una época donde los contrastes sociales sean lo suficientemente maduros como para crear este tipo de democracia. Esta situación se pudo encontrar en la Yugoslavia de los años 50 y 60, donde existía un consistente contraste entre el estalinismo y el capitalismo liberal. Por lo tanto, no creo que haya llegado todavía el momento de implantar un sistema de autogestión en un capitalismo globalizado, donde la privatización es un concepto estándar.

Mi visión de lo que sería una sociedad deseable tiene muchas vertientes. Cada época histórica crea la suya propia. Mi opinión a este respecto es que esa visión nunca podrá ser un capitalismo salvaje. Es necesaria una coexistencia pacífica entre los distintos tipos de propiedad y, especialmente, entre las distintas sociedades, tanto a escala nacional como social. Sin una paz social y nacional, algo que conocemos muy de cerca en los Balcanes, no hay cabida para visiones de futuro, utopías o críticas sensatas de lo que tenemos. Por lo tanto, mi punto de vista está bastante alejado del capitalismo normalizado en el que vivimos hoy en día.

Traducción: MediaLabMadrid, Centro Cultural Conde Duque, Madrid