01 2006
Dominación, competición y explotación
una introducción a la socialización del capital (y cómo nos falla ahora)
Traducción de Marcelo Expósito, revisada por Joaquín Barriendos
"El capital
se revela cada vez más como un poder social cuyo funcionario es el capitalista
y que no guarda ya la menor posible relación con lo que el trabajo de un
individuo puede crear, sino como un poder social enajenado, sustantivado, que
se enfrenta con la sociedad como una cosa y como el poder del capitalista adquirido
por medio de esta cosa"
(Karl Marx)[1].
"El capital no es una categoría abstracta, sino
un operador semiótico al servicio de formaciones sociales determinadas. Su
función consiste en asumir el registro, el equilibrio, la regulación y la
sobrecodificación de: (a) las formaciones de poder propias de las sociedades
industriales desarrolladas, (b) los flujos y las relaciones de fuerza relativos
al conjunto de las potencias económicas del planeta"
(Félix Guattari)[2].
En su libro sobre Marx (sutilmente subtitulado Aventuras y desventuras de una crítica) Daniel Bensaïd escribe sobre el marxismo considerándolo una teoría crítica antes que una doctrina ideológica. Se trata, ciertamente, de una teoría de la lucha y la transformación (o si se prefiere de la revolución), pero no de una profecía ni de una ortodoxia científica, ni siquiera de una sociología. Bensaïd, por su parte, intenta ofrecernos un Marx posmoderno y una serie de herramientas críticas susceptibles de ser empleadas para analizar y criticar las formas contemporáneas del capital. Esto significa que los términos marxistas deben entenderse como abiertos a interpretación y (a su valor de) uso, pero también que forman parte de una cierta historia; de ahí sus aventuras y desventuras. Bajo esta luz, la caída de los llamados regímenes comunistas del bloque soviético no debería entenderse como el fin de la teoría crítica de Marx, sino como un (nuevo) comienzo ya liberado de la rígida ortodoxia y del peso del estalinismo. De acuerdo con Bensaïd, el proyecto de Marx consiste en tres críticas fundamentales: de la razón histórica, de la razón económica y del positivismo científico. Tres críticas que se complementan entre sí y que son
"directamente relevantes para nuestras preguntas actuales sobre el fin de la historia y de la representación del tiempo; sobre la relación entre la lucha de clases y otros tipos de conflicto; sobre los destinos de las ciencias duras atormentadas por las incertidumbres de las ciencias narrativas"[3].
Es en esta línea en la que debe entenderse la presente publicación [Capital (It Fails Us Now]: como un esfuerzo por
comprometernos con una crítica de las narrativas y presupuestos dominantes. Una crítica cuyo punto de partida e
idea central sea la noción de capital como una maquinaria centralizadora en el
actual sistema-mundo. Se trata de un esfuerzo por afirmar que, si efectivamente
existe algo que podemos llamar imperio –lo cual se habría de discutir
largamente–, su advenimiento estaría conducido por un mecanismo, un principio
organizativo y socializador concreto: el capital. Es así como regresamos,
aunque sea mediante una différance, a la noción clave y central del capital como la base de nuestras
investigaciones. Pero el capital ¿qué es exactamente?[4].
Dado que el capital(ismo) está cada vez más esencializado y naturalizado,
resulta tentador entenderlo como una forma universal o, al menos,
universalizadora: ello supondría afirmar que todos y todas vivimos bajo las
condiciones del capital, lo que suena demasiado obvio y obtuso. Entenderlo como
algo universal parece asimismo antitético a El Capital, ya que su teoría no intenta
establecer una historia universal ni una teoría general del capital, sino una
teoría de la transformación y del cambio posible, contrarelatos y nuevas
hegemonías. El capital es, antes bien, lo que Cornelius Castoriadis llamaba un
orden imaginario, lo cual no significa que no tenga efectos reales, sino todo
lo contrario. Actúa como un principio universalizador de medida y cálculo pero
puede, esto es crucial, ser contrarrestado por otros imaginarios. El capital es
entonces una situación específica con historias y contingencias específicas,
que también alberga potencialidades sin desarrollar que pueden ser dirigidas
tanto hacia su expansión como hacia su desaparición.
Todos los ensayos y proyectos que se presentan en este libro están
comprometidos con ese tipo de críticas a los determinismos históricos y
económicos y al positivismo científico, así como con establecer o desafiar
imaginarios. Intentan analizar y visualizar las condiciones actuales del
capital, marcadamente diferentes a aquéllas en las que el propio Marx elaboró
su teoría sobre el capital. Ha habido un cambio evidente del industrialismo al
posindustrialismo, aunque se trate de modos de producción que son tan simultáneos
como cronológicos, tan geográficos como temporales (al igual que sucede con el
desplazamiento de la producción fordista a la posfordista)[5].
El surgimiento innegable del trabajo inmaterial no sólo indica una nueva
relación con la producción de (plus) valor en los modos en los que el capital
circula a través del cuerpo del trabajador o de la trabajadora, sino también en
los modos en que las mercancías manifiestan este valor. En el caso del trabajo
inmaterial, quizá deberíamos decir que el propio capital en tanto trabajo
inmaterial no sólo atraviesa el cuerpo sino también el alma (!) del trabajador
y de la trabajadora, mientras que en el caso de la mercancía podemos hablar de
una desmaterialización del valor: en ambos casos estamos tratando con una presencia
casi fantasmática. Lo que requiere pues nuevas formas de comprensión de las
tecnologías, centrales en la economía cognitiva del posfordismo. Escribiendo
sobre la tecnología, Marx realizó su famosa descripción de la diferencia entre
máquina y herramienta, siendo la primera una extensión del cuerpo y la última
una explotación del mismo. Si tuviéramos que mantener esta distinción, necesitaríamos entonces
distinguir entre máquinas (y herramientas) mentales y corporales, y observar
cómo la innovación en este área influye en la producción en otros sectores. De
acuerdo con Marx, las máquinas alteran las relaciones con la naturaleza (la
ecología), las relaciones mentales (la manera en que pensamos, la imaginación),
las relaciones sociales (el modo en que actuamos), así como la reproducción de
la vida humana; la máquina como tal, con su productividad, automatización,
intercambiabilidad y dispositivos de medición es una imagen cabal del capital
mismo. Es en este orden de cosas que podemos dirigir nuestro enfoque hacia los
procesos de capitalización y sus efectos tanto económicos como subjetivos, ya
que no son sólo los aspectos económicos del capital los que se deben observar,
sino también la capitalización como matriz de la subjetividad y de las
relaciones interpersonales, incluso íntimas.
En lugar de ser comprendida bajo un concepto amplio del capitalismo como
sistema económico, la propia lógica del capital se descuida, olvida, oculta o
sobreentiende, en muchas ocasiones, como algo naturalizado en el actual juego de
lenguaje de una política enfocada en torno a la democracia, la libertad y los
derechos humanos. Los actuales debates parecen indicar que no hay alternativa
al mercado, al capital. Lo sabemos por los medios de comunicación, las instituciones académicas y
la situación social. Un par de ejemplos: un pariente me dijo hace poco que creía que el
capitalismo era el único sistema posible, dado que el comunismo y el socialismo
habían fallado siempre; una antigua colega me aseguró una vez que le gustaría
creer en el socialismo, pero se temía que éste iba contra la naturaleza humana.
Se podría discutir sin embargo si el capitalismo es de verdad tan exitoso:
¿sobre qué bases podemos decir que lo es? ¿Y acaso la existencia humana no se
basa tanto en la colaboración como en la supervivencia de los más aptos? En cualquier caso, estos ejemplos
muestran cómo ciertas nociones se han naturalizado y esencializado, cuán
profundamente se han internalizado en nuestras maneras de pensar, hablar y
sentir. No obstante, tales ideas sobre el capitalismo como el único juego
permitido se pueden poner en cuestión a muchos niveles: en tanto que confunden
mercado y capital –había, por supuesto, economías de mercado antes del
capitalismo– el argumento es históricamente dudoso; también por su
esencialismo, y porque en realidad presupone un fin de la historia, un posible
equilibrio más allá del conflicto y, efectivamente, de la política. Pero ¿de veras nos parece nuestro
mundo tan estable e infinito? ¿No hay conflicto entre nuestra vida cotidiana y
el capital global? ¿No estamos afectados y afectadas, situadas y situados en
varias luchas, desde el sostenimiento de la vida nuda a los intentos de vivir
de acuerdo con los modelos que ofrecen la publicidad y la cultura popular? En
efecto, parece que existen líneas de batalla debidas no sólo a factores que se
consideran externos a la sociedad democrática capitalista/liberal (como es el
caso de la creciente brecha entre países ricos y pobres o los problemas
ecológicos debidos a la expansión e industrialización sinfín e incapaz de
detenerse del capital) sino también a factores internos, entre quienes forman
parte de la fuerza de trabajo y quienes no, así como por causa de la distancia
que existe entre las imágenes de lo deseable (la independencia, el ascenso en
la escala social, la belleza física, la familia normal, etc.) y la capacidad
económica y psicológica que tenemos de vivirlas realmente.
La familia y la sexualidad reproductivas, el cuidado de los hijos e hijas,
así como las nociones de trabajo como modo de vida, como identidad, se
encuentran entre las líneas de batalla que ha trazado la mercantilización
completa de todos los aspectos de la existencia humana, desde la vida nuda
hasta los (en apariencia) múltiples estilos de vida a elegir. En Numéro deux, el film de Jean-Luc Godard y
Anne-Marie Mieville realizado en 1975 (exactamente en el momento del tránsito
de la producción fordista a la posfordista en Europa occidental), hay una frase
crucial que reza así: "Había un paisaje, y pusimos en él una fábrica".
El film describe las dificultades de vivir bajo las condiciones capitalistas,
específicamente la imposibilidad de mantener una familia nuclear burguesa bajo
las condiciones de vida industriales, y muestra la familia como una fábrica. El film concluye por tanto
alterando esa sentencia: "Había una fábrica, y construimos un paisaje a su
alrededor". Es pues la fábrica, la propia máquina del capital, la que
produce nuestro entorno, y no al revés. Hemos naturalizado una construcción
cultural específica. Y uno de los propósitos de nuestro proyecto es
desnaturalizar el presente: mostrar cómo el capital nos falla.
La apariencia de universalidad del capital(ismo) como denominador común
forma parte de sus propios efectos como gran calculador, medidor y traductor
que pone precio a todas las cosas y a todas las personas. El capital actúa por
partida doble. Por un lado establece equivalencias: todo se convierte en lo
mismo, en el sentido de que puede ser intercambiado. Pero, por otro lado, todo
se vuelve diferente a través de ese intercambio, por medio de su valor de
cambio, por así decir. En eso consiste el reconocimiento del capitalismo como
universal, su impulso universalizador. Pero a pesar de todo lo que el
capitalismo pueda hacer o parecer, lo universal se encuentra esencialmente
vacío o hueco, teniendo que ser llenado con un contenido particular que se
reclama universal, como sucede en la actualidad[6].
Así que, con el fin de comprender cómo opera el capital universalizando, es
crucial estudiar sus particularidades, operaciones y efectos tanto locales como
globales. De ahí el enfoque
sobre la localidad, que en este proyecto se concreta en dos localizaciones y en dos
organizaciones territoriales conectadas: el (post) Estado de bienestar
(ejemplificado en Noruega) y el país poscomunista (ejemplificado en Estonia),
los dos sitios en los que tuvieron lugar nuestras intervenciones expositivas.
Pero nuestra exploración de la noción de capital debe proceder siguiendo líneas
duales: por una parte la ya mencionada localidad, y, por otra parte, la subjetividad (cómo el capitalismo afecta a
nuestras vidas cotidianas, a la propia estructura de nuestros sentimientos y
percepciones: la máquina es tanto mental como corporal). Nos detendremos en el
actual momento histórico, con sus cambios estructurales y, se podría decir, con
sus crisis en el seno del capital global, proponiendo nuestras dos
localizaciones específicas como modelos, como maquinarias en el interior de la
producción y proliferación del capital.
El modelo occidental europeo de Estado de bienestar está, en parte,
atravesando un cambio estructural mayúsculo, por no decir una deconstrucción.
Ello también se puede observar en la variación refinada del Estado del
bienestar, del modelo social democrático nórdico de redistribución y
equilibrio, que consistía tanto en un acuerdo entre el liberalismo y el
socialismo como en una alianza territorial entre el capital y la fuerza de
trabajo que ahora es ya historia. En otras palabras, el capital debe ser
localizado e historizado, tal como sugiere Immanuel Wallerstein con su noción
de "capitalismo histórico". Sucede lo mismo con los márgenes de la
nueva Europa, con la rápida y masiva desregulación de los países poscomunistas
en los que el anterior capitalismo de Estado (entendido como modo de producción
y como formación ideológica "oficial" de Estado: "El comunismo
es igual al socialismo más la electricidad"[7])
está siendo transformado en un sistema de mercado neoliberal y transnacional. Pero ¿cómo se afectan entre sí
estas transformaciones o variaciones? ¿Por qué vías se comunican y en cuáles
convergen o divergen? Con la reconfiguración de las fronteras se trazan nuevas
líneas de batalla y nuevas alianzas en torno a las nociones de territorio;
batallas que ya no se dan entre explotados y explotadores sino más bien entre
los propios explotados: entre quienes tienen trabajo y quienes no lo tienen,
entre quienes tienen papeles y quienes no los tienen. Es por efecto del capitalismo
global, más que por principio, que pervive nuestra fe histórica en el Estado
nación: el Estado nación de alguna manera nos salvará del globalismo (la
palabra clave que sustituye a "capitalismo"). Desafortunadamente, los
sindicatos y partidos de izquierda, en la mayor parte de los antiguos Estados
de bienestar, suscriben el modelo histórico de nación y producción que formó
parte del ascenso del capitalismo, el cual hace ya tiempo que el propio capital
abandonó en sus últimos y actuales estadios: ¿cuándo será también abandonado
por la izquierda (histórica)?
Este proyecto propone, por tanto, discutir estos modelos específicos de
capital y producción (cultural) y cómo podemos visualizar los actuales cambios.
Estos ensayos y proyectos toman como punto de partida tales modelos de
(re)producción y (re)distribución, y observan cómo está cambiando la producción
en los países occidentales, principalmente de la producción industrial al
trabajo inmaterial, y en el Este, del capitalismo de Estado al
(pos)industrialismo desregulado con una nueva mercantilización y codificación de
la fuerza de trabajo: por tanto de todas las relaciones, tanto sociales como
económicas. ¿Qué son las "nuevas" economías y qué tipos de tecnologías del yo
están produciendo y, en efecto, reforzando? Así, lo que se puede encontrar en
estas páginas son diversos esfuerzos por revisar la situación, preguntándonos
qué hacer en esta prédica del capitalismo global expansivo, de la
transformación empresarial de la cultura, de la especularización de la
política, de la marginalización, incluso criminalización de la izquierda
crítica. Las discusiones se ocupan de la forma espectral del valor, de la
precarización (de sí), de la desregulación y privatización del Estado de
bienestar, así como del desarrollo de economías alternativas y de la
construcción de modos diversos de crítica y resistencia, cartografía e
historiografía, compromiso e investigación, y de la politización de las
posiciones de sujeto.
Intentaremos por tanto comprender la noción de capital como herramienta
económica, como medida del intercambio y la plusvalía; como algo que es al
mismo tiempo regulador y regulado (por parte del Estado y del mercado),
productor de subjetividad (llámese también "mercantilización de todas las
cosas") y una herramienta poderosa, una relación de fuerza. En un ensayo
tardío titulado El capital como integral de las relaciones de poder, Félix Guattari afirmaba
provocadoramente que de lo que trata el capital, en primer lugar, es del poder,
y sólo secundariamente del beneficio (y es quizá de esta manera que se puede
relacionar con las nociones de biopoder y gubernamentalidad). El texto de Guattari no sólo apunta
los cambios que el capitalismo global opera sobre la organización nacional,
sino también cómo modifica las teorías de Marx, en especial reconfigurando la
composición del valor. En segundo lugar, Guattari enfoca este cambio en
términos de "semiotización" del capital. Esta noción es crucial para
nosotros por dos razones: primero en términos de articulación de nuestro
proyecto, dado que la mayor motivación que impulsa Capital (It Fails Us Now) es preguntar cómo seguir
articulando una descripción contemporánea del capital –que pudiera o no seguir
algunos de los caminos apuntados por Guattari– y cómo articular e imaginar una
subjetividad no capitalista. Guattari obviamente se inspira en este punto en
las teorías de Lacan, aplicando a la lógica del capital su famosa idea del
inconsciente estructurado como lenguaje, a sus expansiones y subjetivaciones,
afirmando que el capital es (como) un lenguaje. La contabilidad, la medida y el
intercambio económico son efectos lingüísticos, como lo son la automatización y
el ensamblaje de la producción y del proceso de trabajo. Esta noción de
semiotización es también una manera de describir cómo la fuerza de trabajo se
vuelve inmaterial (con la subsiguiente desmaterialización del valor):
La producción automatizada e informatizada ya no recibe su consistencia de un factor humano de base, sino de un phylum que atraviesa, rodea, dispersa, miniaturiza y recupera todas las funciones, todas las actividades humanas[8].
Al igual que en la marxiana comprensión maquínica
del capital, la innovación técnica, que incluye nuevas tecnologías, es para
Guattari más un disciplinamiento y una alienación del cuerpo y del sujeto que
una ayuda. En otras palabras, la desmaterialización de la fuerza de trabajo y
sus técnicas informatizadas, así como la reorganización de los tiempos de ocio
y de trabajo que le es inherente, no se debe considerar una emancipación del
sujeto trabajador y de su creatividad, sino una total cooptación por parte de
la maquinaria del capital.
El giro lingüístico guattariano aporta obviamente metáforas de gramática y estructura, pero quizá también nociones de contrarelato, discurso incoherente, sandez, mentira y detournément. Puede que incluso silencio, enmudecimiento. Esto es, en el uso del lenguaje subyace también la resistencia[9]. Quizá era esto a lo que aspiraba Foucault con su –por otra parte extrañamente ambivalente– prefacio no concluyente a otro de los trabajos de Guattari, El Anti Edipo (escrito en colaboración con Gilles Deleuze). Es bien conocido que Foucault llamó al libro una introducción, incluso un manual, para "una vida no fascista"[10]. A lo que Foucault apuntaba no era a la formación histórica del fascismo, sino a los fascismos contemporáneos en nuestras cabezas. La vida no fascista se debería lograr en nuestra práctica cotidiana, se trataría de una ética y una política de lo cotidiano, pero también debemos intentar imaginar modelos para una posición de sujeto post o antimercantilización. Si Foucault pudo escribir sobre la "vida no fascista", ¿podemos nosotros y nosotras imaginar el sujeto no capitalista? ¿Y qué implicará este sujeto en términos de relaciones económicas y sociales viviendo en el capitalismo? Si el capital, como sucedía con el fascismo, está en nuestras cabezas, vale decir, consiste en procesos de subjetivación y sujeción, en algo que posee nuestras mismas almas, deberíamos quizá hablar más de exorcismo que de éxodo como estrategia política...
Un modo ligeramente diferente de
pensar el capital como tecnología, ahora que las máquinas deseantes (como
proponía Guattari) han sido en gran medida tranquilamente incorporadas al
capital global, es el que nos ha mostrado recientemente Ray Brassier.
Escribiendo sobre la ontología matemática de Alain Badiou, Brassier entiende el
capital nada más y nada menos que como una gigantesca máquina (contable), lo
que llama "un sistema axiomático automatizado"[11].
Brassier entiende el capital como una máquina que puede pensar, alimentada por
la propia inestabilidad y aleatoriedad de los contabilizados, y no
contrarrestada por ellos como esperaban Deleuze y Guattari:
"Lejos de sentirse amenazado por sus 'contradicciónes', el capitalismo prospera con ellas. Es un sistema abierto, una axiomática aleatoria que redefine constantemente sus propias demarcaciones estructurales, que vive perpetuamente de su propio límite imposible"[12].
Por tanto, no se trata de una lógica determinada, sino indeterminada: el capital es tanto lo real como el vacío, y en este sentido incluso la teoría que es El Capital nos falla. ¿Podría esto indicar también que el rechazo a ser contabilizado –a ponerse de pie para que a uno le cuenten, por así decir– es una posible estrategia de resistencia? Esto significaría también que deberíamos cambiar el derecho a trabajar por el derecho a no trabajar, a no ser contabilizados, sellados, fichados, resumidos e indexados; que tenemos que comenzar a distanciarnos de la noción de trabajo –material o inmaterial– como el fundamento de la identidad (política), y comenzar a llevar vidas verdaderamente improductivas.
Se trata del ensayo introductorio al volumen colectivo editado por Simon Sheikh (edición bilingüe en inglés y alemán de b_books, Berlín, 2006 http://transform.eipcp.net/publications/projects/capital ) que pone el colofón a una serie de dos exposiciones celebradas en Noruega y Estonia; todo ello bajo el título Capital (It Fails Us Now) http://transform.eipcp.net/Actions/exhibitions/capital . En la traducción castellana se pierde la manera directa en que tanto el título general del proyecto como el original inglés de este texto en particular, "Domination, Competition and Exploitation: An Introduction to the Socialization of Capital (and How It Fails Us)", citan el título de una de las más celebradas canciones del corrosivo grupo británico pospunk-funk marxista y profeminista Gang of Four ("From the moment I was born / I opened my eyes / And reached out for my credit card / Sorrounded by luxury goods / I'm still in credit! / Just!", Gang of Four, Capital (It Fails Us Now), 'Another Day / Another Dollar' EP, 1981) [NdT].
[1] Karl Marx, El Capital, traducción de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1990 (22ª), vol. 3, págs. 260-261.
[2] Félix Guattari, "El capitalismo como 'integral' de las relaciones de poder" en Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, traducción de Miguel Denís Norambuena, Traficantes de Sueños, Madrid, 2004, pág. 75.
[3] Daniel Bensaïd, Marx for Our Times: Adventures and Misadventures of a Critique, Verso, Londres, 2002, pág. 3 [castellano: Marx intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica, Herramienta, Buenos Aires, 2003].
[4] Marx en realidad nunca utilizó el término capitalismo, solamente 'capital', entendido como una relación de dominación económica y social, de competición y explotación, antes que como una ideología propiamente dicha.
[5] Sería quizá útil referirnos en este punto a la definición de posfordismo a cargo de Paolo Virno, quien lo entiende no como un desplazamiento del trabajo material al inmaterial, sino más bien como una reorganización de todas las partes del proceso de producción y trabajo, esto es, como un desplazamiento de la relación entre el trabajador o la trabajadora y el trabajo: "Con 'posfordismo' quiero más bien significar una serie de características que se relacionan con el conjunto de la fuerza de trabajo contemporáneo, incluyendo a los recogedores de fruta y a los más pobres de los inmigrantes. Éstas son algunas de ellas: la capacidad de reaccionar inmediatamente a las continuas innovaciones en las técnicas y modelos organizativos, un reseñable 'oportunismo' a la hora de negociar entre las diferentes posibilidades ofrecidas por el mercado de trabajo, familiaridad con lo posible y lo imprevisto, una mínima actitud empresarial que hace posible decidir lo que es 'correcto' realizar en el interior de una fluctuación productiva no lineal, una cierta familiaridad con la red de comunicaciones e información. Como se puede ver, son dones genéricamente humanos, no el resultado de la 'especialización'. Tengo por cierto que el posfordismo moviliza todas las facultades que caracterizan a nuestra especie: lenguaje, pensamiento abstracto, predisposición al aprendizaje, plasticidad, el hábito de no tener hábitos sólidos" (entrevista con Paolo Virno a cargo de Branden W. Joseph, en Grey Room, nº 21, invierno de 2005, pág. 29).
[6] Me refiero aquí al trabajo de Ernesto Laclau sobre la categoría de "universal" en la representación y la identificación política. Véase, por ejemplo, "Universalismo, particularismo y la cuestión de la identidad", en Ernesto Laclau, Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires, 1996, así como su diálogo con Judith Butler y Slavoj Zizek en Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003.
[7] Comúnmente atribuida a V. I. Lenin, esta muy citada frase es, por lo que parece, incorrecta. La cita correcta debería decir: "¡El comunismo es el poder de los soviets más la electrificación de todo el país!", lo que la hace ligeramente más ambigua e incluso siniestra... Agradezco a Dmitry Vilensky por llamar mi atención sobre ello.
[8] Félix Guattari, "El capitalismo como 'integral' de las relaciones de poder", op.cit., 207.
[9] Todo esto pide una serie de preguntas: ¿es el lenguaje el único juego permitido?, ¿cuál es la relación entre los juegos de lenguaje y el capital como integral de las relaciones de poder? De acuerdo con todo esto, ¿sería el lenguaje, según sugieren los últimos trabajos de Foucault (Historia de la sexualidad), y no el cuerpo, como diría Guattari, el lugar donde hacer las revoluciones? ¿Se encuentra ésta en el lenguaje que usamos, como cuando nos interpela el lenguaje jurídico-económico de las instituciones estatales, pero también cuando respondemos y reaccionamos a él? (No sólo cuando reaccionamos a estas instituciones, sino en el lenguaje cotidiano. Impresiona observar cómo los individuos pueden emplear en ocasiones un lenguaje exactamente económico-jurídico, por ejemplo en momentos de ruptura como son las situaciones de crisis, cuando un giro repentino hacia ese tipo de lenguaje capitaliza de alguna manera las relaciones de amistad). ¿Se logrará la subjetividad no capitalista por medio de un lenguaje del deseo, mediante algo no codificable? Y, dada la mercantilización de todas las cosas, ¿cómo habérselas con el problema de la cooptación y con la forma-Estado como una entidad que otorga y retira derechos (de articulación y participación)?
[10] Michel Foucault, "Prefacio a la edición inglesa de El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia", Michel Foucault. Estrategias de poder, Obras Esenciales, volumen II, Paidós, Barcelona, 1999.
[11] Ray Brassier, "Nihil Unbound: Remarks on Subtractive Ontology and Thinking Capitalism", en Peter Hallward (ed.), Think Again: Alain Badiou and the Future of Philosophy, Continuum, Londres y Nueva York, 2004, pág. 52.
[12] Ibídem.