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08 2018

Idea de un sistema red transdividual

Notas aproximativas

Raúl Sánchez Cedillo

En este texto nos preguntamos sobre la virtud y la fortuna teórica y política del modelo de un sistema red emergente, autopoiético, abierto y transdividual, al que por comodidad nos referiremos a partir de ahora como SRT[1]. Este SRT es tanto una cosa como un sujeto, y en esa medida no podemos definirlo a partir de una oposición o una dialéctica entre sujeto y objeto. En tanto que agenciamiento de cuerpos y máquinas, de algoritmos e ideas, el SRT es inseparablemente un sujeto-objeto, una producción de subjetividad íntimamente ligada a las formas de expresión política de la multitud contemporánea.

Este SRT no es una mera idea, una invención teórica: podemos rastrearlo a partir de su aparición en la historia, a partir de su puesta en existencia. En este sentido, podemos decir que el SRT nace con las revueltas del 2011 y se desarrolla expresando rasgos característicos sobre todo en y con el 15M hispano. Esto no debe sorprender: antes bien, nuestra hipótesis es que, a partir de lo que desarrollaremos a continuación y en la línea de lo que hemos escrito en otros lugares (a poca distancia en el tiempo y en los lugares de aquel ciclo), el SRT es inseparable de la potencia de revuelta y desobediencia, es una entidad ontológica revolucionaria, que nace del corazón de los antagonismos específicos del capitalismo maquínico y financiarizado.

Nos hacemos la pregunta por el SRT porque, casi una década después de su aparición poderosa y fulgurante, nos podemos servir de la distancia en el tiempo para considerar mejor su grandeza y su novedad. Los escenarios de dictadura, apartheid y guerra generalizados a los que hoy conduce el cierre del capitalismo histórico (tanto político como económico, tanto productivo como jurídico), nos permiten también apreciar de otra manera la extrañeza de aquellos acontecimientos, que fueron capaces de manifestar y organizar un corte radical en el destino programado del sistema mundo capitalista. Efímero, se dirá; ambivalente, y por ende sospechoso a los ojos del nuevo estalinismo global.

Recordemos que las contradicciones de la constitución política del mercado mundial estallaron, de resultas de los atentados del 11S, dando pie a un régimen de “guerra global contra el terrorismo”, donde los intereses oligárquicos del hegemón estadounidense se impusieron con un golpe interno para retomar el mando de los mercados mundiales, basado en la fuerza militar imperialista y en la implantación de un régimen de vigilancia generalizado y un estado de excepción modular en el mundo atlántico. La contrarrevolución neoliberal no se vio afectada por ello: antes bien, supo adaptarse, desde Silicon Valley a los principales mercados financieros, alimentándose de las distintas burbujas de activos y asentando sobre estas su estrategia de rentas y de jerarquía social en las democracias constitucionales atlánticas y en los Estados emergentes gobernados con distintos grados de autoritarismo. Sin embargo, con el desencadenamiento de la duradera y presente crisis financiera global en 2007-2008, algunos meses de desconcierto de las élites atlánticas dieron a entender que se aproximaba un nuevo giro de tuerca de la siempre precaria relación entre democracia y capitalismo.

Se trata de la transición que hoy domina en el mundo atlántico, esto es, la alternativa infernal entre, por un lado, la hiperfinanciarización austeritaria y sus esquemas de estratificación social —con arreglo a dispositivos de endeudamiento y de acceso diferencial a la renta parasitaria— y populismos de extrema derecha en ascenso, por el otro, los cuales, sin haber “decidido” aún su relación con las megamáquinas del sistema financiero global, apuntan inequívocamente a introducir en los esquemas del endeudamiento y de la renta parasitaria un dispositivo colonial dentro de las sociedades y las metrópolis de los centros atlánticos, esto es, a combinar la violencia del sistema financiero y de los aparatos estatales con conatos de “revolución conservadora”. Antes que de fascismo, viejo o nuevo, el consenso de las clases del capital parece apuntar más bien a la instauración de regímenes de apartheid en el seno de las sociedades postcoloniales del centro del sistema mundo. Este “atractor apartheid” se configura como el punto medio de las narraciones y de los objetivos “razonables” de la constelación en movimiento de las derechas globales.

Sin embargo, a la transición en curso precede la aparición en 2011 de distintos focos de revuelta, en Túnez, en Egipto, en el Reino de España, en Estados Unidos, en Rusia, en Turquía y Brasil. Un nuevo tipo de revuelta democrática antioligárquica apareció en la escena global, tan local como global. Como sabemos, esas revueltas se han saldado con sucesivas derrotas y aplastamientos. Pero no es eso lo que nos interesa en este momento. (Por otra parte, en el caso español no puede hablarse rotundamente de derrota y menos de aplastamiento, sino de una estrategia de agotamiento y desmoralización). Lo que sí nos interesa señalar es que la actual “revolución conservadora” se ha visto espoleada como reacción a las revueltas de 2011. De hecho, los agenciamientos de enunciación de los nuevos nacionalismos racistas se sirven de los mismos esquemas narrativos de las décadas de 1920 y 1930, permutando el chivo expiatorio de la conspiración judeomasónica-bolchevique por la amenaza de las elites globalistas y cosmopolitas y sus maquinaciones: financieras, militares e islámicas para un Putin; occidentales y antiislámicas para un Erdogan; judías y euroatlánticas para un Orban. Pero los hitos de referencia de estas nuevas Dolchstoßlegenden[2] son, en cada uno de los casos, las respectivas revueltas del ciclo 2011, consideradas como una conspiración globalista contra la independencia y la identidad de la patria.

No fue así en el caso español. Conviene seguir insistiendo en ello: el 15M desarticuló preventiva y temporalmente las ventajas comparativas de las fuerzas racistas y fascistas, creando un escenario favorable para procesos de emancipación y de ruptura con el régimen de la austeridad y la deuda. Por eso, desde la distancia respecto al acontecimiento, nos preguntamos por las claves no resueltas del corazón del 15M, a saber, por la intensidad, el espesor, la complejidad, la duración y los efectos indelebles del SRT que emergió en aquellas fechas. El presupuesto de esa pregunta debe ser explícito: a pesar de su rareza, de su carácter de eventum tantum[3], la aparición del phylum de los sistemas red supone un antes y un después; supone, además, un alisado retroactivo de la historia de las revueltas modernas y contemporáneas. Esto nos lleva a no pensarlo en la modalidad de la nostalgia, pero tampoco en la modalidad del mero usufructo de sus efectos. Antes bien, nos lleva a pensarlo en la modalidad de su búsqueda y de su repetición intempestiva. Félix Guattari escribía, a finales de la década de 1980, sobre la entrada en la era de la informatización planetaria, tras las fracturas históricas de la “era de la cristiandad europea, marcada por una nueva concepción de las relaciones entre la Tierra y el Poder” y la “era de la desterritorialización capitalista de los saberes y de las técnicas, basada en principios de equivalencia generalizada”[4]. Lejos de apuntar con ello a una especie de superación tecnológica de las contradicciones de lo que denominaba Capitalismo mundial integrado, la informatización planetaria abría a alternativas completamente nuevas, pero no ajenas a las precedentes, en las que las peores guerras, los más funestos fascismos, las peores catástrofes ecológicas disputan la probabilidad a la par que nuevas modalidades de emancipación, democracia y comunismo.

Los días que vivimos pretenden haber dado la vuelta a los escenarios emancipadores de 2011. La Internet parece definitivamente colonizada por las plataformas de extracción de trabajo vivo de los cerebros en red; los algoritmos de medida de la atención, de predicción-predeterminación de las opciones, de vigilancia y rastreo imperan al servicio de megaplataformas y Estados policiales; en lo que a la atmósfera subjetiva se refiere, en las redes sociales abundan las narraciones de odio, exclusión y guerra, de las que se nutre la llamada alt-right y en general las nuevas fuerzas que promueven nacionalismos agresivos y formas de apartheid; por su parte, las supuestas alternativas libertarian, basadas en las arquitecturas de cadenas de bloques, son correlativas de universos arcaicos de valor (individualismo posesivo, fanatismo del patrón oro, etc.), de delirios de superioridad cultural y civilizatoria y de fantasías de infinitud y resiliencia de los ecosistemas y de las fuentes de energía. Por su parte, desde Silicon Valley, la “Acción paralela” de ingenieros, directivos estrella y nuevos capitanes de la industria digital esperan la llegada de la “Singularidad” como si de la apocatástasis se tratara, haciendo posible la salvación de los elegidos, una sociedad como la que describe Altered Carbon[5].

Al mismo tiempo, y con una importancia particular en el caso del Reino de España en los escenarios posteriores al 15M, hemos asistido al intento de contrastar a las fuerzas del neoliberalismo austeritario, así como a las fuerzas de la revolución conservadora,  con un dispositivo populista. Aquí por populismo hemos de entender un cierto agenciamiento de la consigna, un trabajo de programación de significantes y de emociones, o incluso un trabajo sobre el deseo, donde por deseo los teóricos populistas entienden el objeto “a” de la carencia y la incompletitud, el nombre ausente de la infelicidad y la subalternidad. Sobre esta tentativa hemos hablado en otros lugares[6]. Pero, a este respecto, conviene insistir en que esta política de las pasiones presupone los efectos del SRT, y no constituye una alternativa emancipatoria con independencia de éste. Su carácter de tecnología de poder y gobierno, de ingeniería de las pasiones, debe mucho a las consideraciones sorelianas de Gramsci sobre las pasiones y el mito[7]. Apunta en la dirección de los afectos como fuerza ontológica, pero los reduce a expresiones irracionales, que han de ser utilizadas para unificar lo disperso y fragmentado y construir la fuerza orgánica que permita conseguir el poder del Estado. En esa medida, el supuesto realismo político de la opción populista se presenta como un idealismo voluntarista a la luz de las pasiones mortíferas que son ahora alimentadas por los agenciamientos de enunciación de las nuevas derechas racistas y nacionalistas.

Resulta fundamental apreciar el modo en que el 15M está fuera de la Historia, como los devenires, pero al mismo tiempo se inscribe en ella en sus resultados o, para ser más precisos, en sus transformados[8]. Habrá quienes lo arrojen de la historia por su liviandad, porque, por ejemplo, no hubo muertos ni muchos presos, como si tal fuera el certificado del espesor ontológico de un acontecimiento político. Lo ridículo es que se impute esa ausencia de la pasión de la Historia a un acontecimiento que, precisamente, no quería repetirla, sino activar un devenir contra el destino de dominación oligárquica ininterrumpida en el Reino de España.


Los contornos del SRT

Un SRT no tiene nada que ver con la programación o tratamiento algorítmico de comportamientos, o con la estimulación neuronal. En tales caso tendríamos que hablar de neuropolítica, aunque sería más apropiado hablar de marketing neuronal, tanto si se presenta como actividad empresarial como si lo hace como actividad política electoral.

Con raras excepciones, la semántica de la acción política sigue operando con categorías de la física de los sólidos propias del siglo XVII, como fuerza, masa, resistencia, revolución, movimiento, acción, reacción. En menor medida, el siglo XX ha incorporado a esta semántica nociones procedentes de la termodinámica del siglo XIX, como flujo y reflujo, masa crítica.

Por su parte, la ecología política ha introducido otras nociones, como sinergia, resiliencia, etc., nociones todas procedentes de la teoría de sistemas, la termodinámica, la física estadística.

Por supuesto, todo el mundo ha usado alguna vez la expresión “sistema”, pero rara vez se usa salvo como metáfora de un Moloch hostil.

No obstante, cada vez más partidos, sindicatos, ONGs, movimientos: todos usan en mayor o menor medida útiles y operadores de la estadística y cada vez más de la teoría de redes.

Sin embargo, se hace necesaria una “coupure”. Pero, a diferencia del Althusser “cientifista” y más de acuerdo con el Althusser de la “autocrítica”, la nueva semántica política de origen físico y matemático tiene que vincularse a las rupturas políticas y existenciales que permitan hacer productivo y determinante su uso. El ciclo 2011 es un ejemplo princeps de ello. Sin embargo, lo que, desde el municipalismo de gobierno en el Reino de España, se llama ahora “tecnopolítica” consiste en lo fundamental en la introducción de software de propuesta, debate y consulta como complemento participativo de la acción de gobierno, que en modo alguno ve mermadas sus prerrogativas de monopolio de la legalidad y la autoridad política.

Un SRT no es un modelo de inteligencia artificial, tampoco es una plataforma digital que ejecuta sus programas sobre las acciones de seres humanos. Es preciso insistir en esto para contrarrestar cualquier interpretación puramente computacional de la existencia y la agencia del SRT, en la que pueden estar de acuerdo tanto los partidarios de la ingeniería social algorítmica como las corrientes tecnófobas que evacúan la ética y la política en la Era de la informatización planetaria.

Decimos que el SRT es emergente, puesto que se presenta en medio de, como resultado no determinista ni determinable a priori de una composición de heterogéneos.

El SRT autopoiético, toda vez que es capaz de, a partir de una clausura puntual, operar transformaciones de sus propiedades internas

El SRT no puede dejar de ser abierto, puesto que, en tanto que agenciamiento de agenciamientos de máquinas y cuerpos, de agentes colectivos de enunciación y de redes de redes, es un sistema lejos del equilibrio, un sistema que no puede dejar de componerse, ensamblarse, modificarse en sus umbrales de consistencia y de persistencia, con arreglo a su proceso de autoconstitución en relación con los entornos con los que entra en contacto y comunicación.

El SRT opera con distribuciones heterogéneas de singularidades, y en esa medida es inseparable de una política dividual, es decir, de vectores éticos en los que se deciden las relaciones de transformación entre multiplicidades con arreglo a matrices diferenciales de dividuación. Lo llamamos transdividual porque el despliegue de sus vectores éticos y políticos conduce a resultados (o transformados) que hacen que las distribuciones de singularidades muten de unas en otras con arreglo a los vectores éticos, políticos y sociotécnicos que operan en el SRT.

En este punto, conviene que nos remitamos a la teoría de los cuatro functores ontológicos de los agenciamientos en  Félix Guattari, que permiten “metamodelizar” sistemas y procesos heterogéneos altamente desterritorializados[9]. Como sabemos, Guattari distribuye en cuatro tipos de functores las entidades desterritorializadas, a saber, los Territorios existenciales finitos, que operan recortes fractales de un para sí y una alteridad precarias a partir de cadenas sintagmáticas de expresión, semiótica o no; los Universos incorporales de valor y de alteridad virtual, que se agrupan en constelaciones; los Phyla de máquinas abstractas y concretas que posibilitan todo tipo de sintaxis proposicionales, semióticas o no, que presentan distintos grados de (hiper)complejidad y de hibridaciones e interacciones entre filiaciones y módulos maquínicos; y los Flujos materiales y energéticos de expresión[10].

Los gradientes de desterritorialización siguen los ejes del paralelogramo de la siguiente manera:

 

Son los gradientes de mayor desterritorialización mayor los que priman sobre los de menor desterritorialización, de tal suerte que tenemos la siguiente matriz de las relaciones entre los cuatro functores con arreglo a los ámbitos de lo posible, lo real, lo virtual y lo actual. Vemos así que lo universos de valor incorporal se posibilitan, los territorios existenciales virtuales se realizan (existencializan), mientras que los Phyla maquínicos posibles se actualizan, al igual que los flujos materiales de expresión real[11].

No está de menos insistir en que, a pesar de que los campos de referencia de la definición del SRT remiten fuertemente a la teoría de grafos, a la teoría de sistemas y a las teorías de la complejidad, a la física de partículas, entre otros, el SRT se define fundamentalmente porque existe subjetivamente, porque entra y pone en existencia concatenaciones heterogéneas de familias de máquinas informáticas con los campos sociales y, por lo tanto, con humanos, mentes y cuerpos y sus relaciones, constituyendo un territorio existencial subjetivo, mutante e intensivo.

El SRT se dice multinivel porque, en su topología, consiste en la organización de estratos heterogéneos de expresión, que incluyen los estratos biológicos a la par que los distintos estratos de computación algorítmica de las redes sociales o la comunicación de las redes sociales analógicas, allí donde aún existen. No se trata, por lo tanto, de metáforas informáticas o termodinámicas, sino de herramientas para aferrar una pragmática subjetiva y política, en la que los universos incorporales de valor (ético, estético, filosófico, matemático) y sus conjunciones con las filiaciones de máquinas abstractas remiten la producción de subjetividad, es decir, a la fabricación de un territorio existencial finito y precario, pero capaz de generar procesos de autorreferencia y un conatus estratégico para una distribución dividual de singularidades.

La relación entre universos incorporales de valor y sistemas maquínicos físico-energéticos en un agenciamiento de trabajo tiene un ejemplo fundamental en el caso del crédito/confianza. El caso del bitcoin y por regla general, de la tecnología blockchain pone de manifiesto la inconsistencia del agenciamiento cuando el universo de valor de la confianza/crédito es apartado, neutralizado o reducido al mínimo en el agenciamiento, de resultas del fanatismo del individualismo posesivo. El gasto energético que supone la sustitución del dispositivo cognitivo-afectivo de la confianza, puramente algorítmica, hace inviable el agenciamiento, conduciéndolo tarde o temprano a agujeros negros o a una existencia parasitaria, de nicho privilegiado.

El SRT es apropiativo respecto a otros subsistemas, con los que a su vez establece relaciones agonistas-antagonistas: los agonismos que contiene pueden resolverse en una mutación y complejización del SRT, que de esta suerte aumenta su potencia ontológica; mientras que los antagonismos pueden dar lugar a una pérdida de consistencia y de capacidad de persistencia del SRT, que conducen a su desaparición. El SRT bien puede neutralizarlos, hacerlos colapsar o incluso esclavizarlos, en un sentido cibernético.

Asimismo, un SRT no es predecible en un sentido determinista, pero sí se presta a cálculos probabilísticos a partir de cada uno de sus metaestados. En ese sentido, el objeto de este sistema red no es, ni puede ser, la certidumbre, la predicción o la medida. Hay que recordar que, a diferencia de los juegos de estrategia como el ajedrez o el Go, en el sistema red se juega con operaciones estratégicas donde domina la información oculta. De ahí el interés, por un lado, de la concepción de la creencia en James (en The Will to Believe) :

"Nuestra naturaleza pasional no sólo puede lícitamente, sino que debe decidir una opción entre proposiciones, cuando se trata de una auténtica opción que, por su naturaleza, no puede decidirse a partir de fundamentos intelectuales; bajo tales circunstancias, decir: ‘No decidas, deja en suspenso la cuestión” es de suyo una decisión pasional —tanto como decir sí o no— y comporta el mismo riesgo de no dar con la verdad.

Así, pues, en las verdades que dependen de nuestra acción personal, la fe basada en el deseo es sin duda una cosa lícita e indispensable”.

De esta suerte, el SRT opera, en la decisión, y en su estructura de redes bayesianas de enunciación, conforme a algoritmos no deterministas. O más bien habría que decir que la decisión en el SRT ni es única ni definitiva, sino que es la resultante (la transformante) de sus procesos recursivos no deterministas, puesto que implican variables aleatorias en todo momento, producto de las distribuciones siempre cambiantes en el seno del SRT. En este sentido, desde el punto de vista funcional podemos entender el SRT como una máquina de Turing no determinista. Lo que tenemos así es una pragmática de las distribuciones probabilísticas que opera como redes bayesianas, redes de creencia, redes constituyentes. Tenemos aquí una clave de la “dirección distribuida” de las luchas en la tecnopolítica.


Condiciones de posibilidad, contingencia, cómo funciona

Es necesario responder a una cuestión fundamental: ¿cómo se produce un SRT? ¿cuáles son sus condiciones de posibilidad y sus regímenes de probabilidad? ¿Cómo vive y “muere” un SRT, cómo y bajo qué condiciones perdura (persiste) en el tiempo, en la duración?

Si atendemos al caso del 15M español, el SRT ha operado como lo que Deleuze ha denominado un precursor sombrío[12], un operador oculto capaz de determinar una heterogénesis política a partir de diferencias de potencial de indignación, de posiciones de interés, malestares generacionales, asimetrías entre ciudades y pueblos, comportamientos electorales, etc.

Los flujos de afecto y enunciación que circulan en las redes sociales digitales y analógicas constituyen un inmenso intelecto general, sentiente y sufriente. La actividad vital genérica en las redes es de suyo lebendige Arbeit, trabajo vivo, desempeño de energía física y psíquica; pero es también producción. Ahora bien, ¿producción de qué? Si atendemos a las plataformas del capitalismo digital, se trata de producción de datos, es decir, codificaciones de flujos de palabras, imágenes, sonidos y emociones y sentimientos. Pero es obvio que se produce algo más, aunque no sea inmediatamente capturado por las plataformas. Con Marazzi y otros, diremos que se produce humanidad, en esa cooperación se (re)producen en buena medida las condiciones de la producción en su conjunto. La Internet y las redes sociales en particular, son uno de los pilares de la llamada producción antropogenética[13]. En ésta, la distinción entre el trabajo maquínico y el trabajo humano presenta opacidades que están vinculadas a la constitución capitalista del cuerpo-máquina, es decir, a la subsunción de la cooperación entre cerebros (cuerpos, pues) en los sistemas de computación algorítmica. Los cuerpos máquina se desenvuelven cada vez más en distintos sistemas de servidumbre maquínica, es decir, de captura modular por parte de máquinas algorítmicas, que controlan, predicen, interrumpen, estimulan procesos neuronales específicos. En este sentido, el wetware cerebral y sensorio-motriz, y por ende la actividad cognitiva y afectiva, vive y funciona en esa hibridación, que es una dimensión de la explotación capitalista distinta de la extracción de plusvalor absoluto o relativo con arreglo al tiempo de trabajo socialmente necesario. Conforme se instaura la Era de la informatización planetaria, la captura modular de cuerpos y cerebros por parte de los sistemas maquínicos del capitalismo informacional se hace cada vez más intensa y espesa. A esa explotación maquínica y a sus efectos de sufrimiento y profunda infelicidad individual hemos de apuntar para buscar los catalizadores de la emergencia del SRT.

En otro lugar, hemos formulado la hipótesis de que el SRT se origina en una rebelión del inconsciente maquínico[14]. A distancia de toda formulación freudiana, por inconsciente hemos de entender, en primer lugar, una dimensión que no se opone a la conciencia, es decir, que puede hacerse consciente y decisoria y, en segundo lugar, hemos de entender el entorno de los metabolismos hiperdesterritorializados de los cuatro functores ontológicos. En esa medida se puede hablar, con Guattari, de cuatro inconscientes. Entre los mismos no existe una separación absoluta; los procesos de uno y otro entran en relaciones concomitantes, transitivas, pero también de oposición o de superposición. Pero su grado de incidencia sobre la producción de subjetividad es bien distinto:

Por el inconsciente subjetivo hemos de entender fundamentalmente el relativo a la enunciación individuada y personal y a sus correspondientes reterritorializaciones neuróticas, de identidad personal, de normalización, y sobre todo de representación. Ni que decir tiene que es más inerme respecto a las capturas modulares de los maquinismos del capital y su control de la enunciación. El control algorítmico del inconsciente subjetivo es cada vez más una realidad a través de las redes sociales, las técnicas de autoayuda, coaching, etc.

El inconsciente material, en cambio, tiene que ver con la proliferación expresiva de los distintos flujos estratificados no semióticos. Es, por así decirlo, el inconsciente de la carne, de los elementos, de las materias formadas, biológicas o no. Es el inconsciente que devora y vacía las palabras en la experiencia psicótica, que las convierte en glosolalias o en cortes de flujos de materia sonora. En esa medida es objeto de las avalanchas de psicofármacos.

Por su parte, el inconsciente territorial atañe al juego de las territorialidades de todo tipo, desde las del propio cuerpo a las familiares, natales y paisajísticas, cósmicas. No hay territorio sin desterritorialización, ni se construye un territorio sin maneras específicas de marcar el tiempo en una travesía de las componentes de cada agenciamiento territorial. Ahora bien, ¿qué genera esas desterritorializaciones, en particular en el SRT?

Corresponde al inconsciente maquínico la posibilitación generalizada de las transformaciones de agenciamiento, en el trabajo, en la enunciación, en las micropolíticas y los devenires. El agenciamiento se ve trabajado por maquinismos fuera del equilibrio y de la completitud, abriendo a modos de expresión y de enunciación no programados:

“[...] el primer inconsciente, vinculado a las estructuras de expresión, busca un cierto tipo de equilibrio, de expresión, de modo de semiotización, de ahí sus afinidades con las estructuras neuróticas; el segundo inconsciente, que apunta más bien a las dimensiones de contenido y de las componentes heterogéneas que he bautizado como psicóticas, está, en algún lugar, en contradependencia del inconsciente neurótico; el inconsciente territorial, el de la familia, etc., anda también, en algún lugar, en busca de una seudoidentidad, aunque esa identidad esté desterritorializada en muchos aspecto, aunque sólo fuera en su funcionamiento sistémico.

Por su parte, el inconsciente maquínico no tiene clave semiótica en cuanto tal; tampoco está atormentado por una especie de paraíso perdido, que sería el del inconsciente psicótico, ni por territorios. Está hecho del conjunto de los posibles que pueden habitar todas las dimensiones del agenciamiento”[15].

Las relaciones entre los cuatro functores y por ende entre los cuatro inconscientes pasan por lo que Guattari llama tensores, que, al igual que su definición matemática, son matrices de vectores que, en este caso, combinan las composiciones heterogéneas relativas a cada dimensión ontológica.

Los tensores semióticos engendran umbrales de sentido enunciativo en composiciones entre los cuatro functores, es decir, son las matrices de signos sin los cuales no puede hablarse de Territorios sensibles (perceptivos) de la subjetividad; sin ellos tampoco es posible discernir afectos e ideas incorporales de los universos virtuales de referencia, ni determinar gramáticas, lógicas o diagramas en las composiciones maquínicas.

En cambio, los tensores de plusvalor de posible, ∆T, ∆U, ∆Φ, ∆F permiten transferir los engendramientos de sentido hacia la determinación de efectos pragmáticos (en las relaciones extrínsecas entre los dominios Φ y F, es decir, en la determinación de posibilidades), por un lado, y de afectos subjetivos (en las relaciones entre T y U, es decir, en las mutaciones existenciales de las subjetividades, correlativas de procesos de territorialización-desterritorialización dividual, de alterificación y devenir).

Pero la determinación no es la realización ni la actualización, sino tan sólo la posibilitación. De aquellas se encargan los tensores sinápticos, que vectorializan quanta de posible y de virtual mediante sinapsis de efecto (transformados de agenciamiento) sistémicos extrínsecos (esto es, en las dimensiones expresivas y maquínicas de los agenciamientos) y sinapsis estructurales de afecto (en las relaciones entre universos incorporales de valor y territorios existenciales autorreferenciales, con arreglo a ritornelos intensivos de contenido).

Estos tensores sinápticos han de ponerse en relación con las mutaciones de afecto y de conducta-agencia en el SRT, que llevan a su emergencia, que inauguran procesos de proliferación y contagio, de consistencia entre subsistemas, de conexión entre redes de singularidades, en definitiva, tales tensores están en la cuna de un SRT. De esta suerte, hemos de buscarlos siempre para rastrear las condiciones del surgimiento de un SRT.

Así, pues, cuando consideramos las sinapsis de afecto, podemos distinguir dos tipos, el afecto sensible, que atañe, como escribe Guattari, al sentimiento (intensivo) de ser; mientras el afecto problemático corresponde a una manera (façon) activa de ser. En el metabolismo de ambos afectos reside la clave de la puesta en existencia del SRT. ¿Por qué es “problemático” este afecto? Lo es porque justamente se da en una problematización abierta del sentido ontológico, dentro de una “materia opcional” en la que se juegan direcciones constitutivas. Su alto grado desterritorialización y su carácter de metabolismo entre lo virtual y lo posible maquínico produce un enriquecimiento de las gamas de alternativa ontológica, a la par que una intensificación de la existencia práctica del SRT y, por ende, de todas sus componentes. Los universos incorporales de valor no sólo son matemáticos o artísticos, sino también éticos. En ese sentido la politicidad comunista-común del SRT se abre en los afectos problemáticos de contenido intensivo transistente, en los que mundos posibles, distribuciones inéditas, territorios existenciales del común pugnan por persistir. En el SRT no cabe hablar de individuo, si lo concebimos como átomo social, jurídico, ético y psíquico. Hay, sin duda, personas (”máscaras”). En el SRT, en tanto que distribución variable de una materia dividual, los individuos son más bien exdividuos, donde “ex” tiene el mismo sentido, pero a contrario y sin simetría posible, que el ex pluribus unum de la constitución estadounidense, donde las tecnologías de individualización del cuerpo máquina se ven interrumpidas por devenires dividuales junto a otros cuerpos-máquina. De esta suerte, podríamos decir que las relaciones del común con las singularidades son de tipo exdividual[16].

En este punto hay que hacer hincapié en el papel que juegan los ritornelos, tanto los ritornelos sensibles, de expresión, hechos de sintagmas de discurso y de materias semióticos o no, como  y los ritornelos de contenido, de tipo intensivo, en relación con las máquinas abstractas. Sin a entrada en juego de estos ritornelos no se puede explicar la puesta en existencia del SRT. Pensemos, por ejemplo, en el ritornelo sensible de las imágenes de las plazas y las acampadas en 2011, en su repetición y su diferencia, de Tahrir a Sol y a Gezi. Pensemos en aquella imagen panorámica de la acampada, en permanente streaming o en miles de fotos desde todos los ángulos, y en cómo esas imágenes de la Puerta del Sol funcionaron como ritornelo visual del contagio de la rebeldía, como ritornelo de desterritorialización y reterritorialización en los umbrales dinámicos del SRT, siempre en proceso de extensión, apropiación, autopoiesis, determinadas por los universos incorporales de alteridad y por las componentes maquínicas y de enunciación que entraban en sus dimensiones de consistencia, a medida que el territorio existencial mutante se apropiaba de nuevas distribuciones dividuales de cuerpos y máquinas algorítmicas dentro de su proceso de autoconstitución. Recordemos de paso, con Félix Guattari, en qué consisten los ritornelos:

Bajo el término genérico de ritornelo incluiría secuencias discursivas reiterativas, cerradas sobre sí mismas, que tienen por función una catálisis extrínseca de afectos existenciales. Los ritornelos pueden cobrar como sustancia formas rítmicas, plásticas, segmentos prosódicos, rasgos de rostridad, emblemas de reconocimiento, leit-motiv, firmas, nombres propios o sus equivalentes invocativos; asimismo, puede instaurarse transversalmente entre diferentes sustancias —como sucede con los ‘ritornelos del tiempo perdido’ de Proust, que entran constantemente en correspondencia[17].

Dicho de otra manera, parece como si una hipercomplejidad conexionista-reticular tendiera, bajo las condiciones del afecto problemático, a determinar rupturas de fase o procesos emergentes en los que se produce una relación no necesaria ni entre emergencia autopoiética, inmanencia de la relación sistema(abierto)/entorno y vectores de conciencialización intensiva (afectos sensibles del territorio existencial del SRT). Ni que decir tiene que esto tendría una formulación spinoziana, relativa a la estrategia (vide. Laurent Bove) del conatus en tanto que cupiditas o deseo, capaz de tener experiencias/encuentros de muchos tipos, tan diversos como su propia multiplicidad com-positiva, donde la hipercomplejidad de las nociones comunes conduce al "amor dei intellectualis", que aquí sólo podríamos formular como un amor del común que es característico del SRT.


Problemas abiertos

Si el SRT es una entidad que puede redefinir los contornos de lo político en la situación contemporánea, será preciso en lo sucesivo abordar una serie de problemas no formulados o no resueltos.

En tanto que sujeto-objeto intrínsecamente político, tenemos que plantearnos el problema del antagonismo, el problema de los enemigos. Y en esa medida, el horizonte de sucesos en el que el SRT pugna con la forma Estado por la determinación de la vida en común, lo que, por un lado, remite a la gestión de la violencia, la obediencia a las normas del derecho y la regulación del antagonismo fuera de los marcos de la guerra civil.

Por otra parte, el control algorítmico, el control y eliminación de anomalías, el acceso a, la interpretación de y la propiedad del big data, ¿hasta qué punto influyen en las posibilidades emergencia, consistencia, transistencia y persistencia de los sistemas red autopoiéticos? ¿Hasta qué punto la actual Internet está cada vez más vacunada contra los SRT, mediante la combinación del filtrado algorítmico, la eliminación de perfiles y la acción penal y represiva sobre las redes sociales telemáticas?

Otra cuestión fundamental son los límites históricos del SRT. En este sentido, se trata de avanzar en la caracterización del SRT como sistema ecológico, esto es, como una invención susceptible de dar vida a la propuesta de las Tres ecologías de Félix Guattari. Los límites históricos atañen a las desigualdades técnicas del sistema mundo, a los límites energéticos, al cambio climático, a la configuración capitalista de la Era de la informatización planetaria. En este sentido, el SRT no puede ser una variante del aceleracionismo.

El SRT contiene en sí mismo una incompatibilidad con la propiedad privada de las redes, los datos, de las infraestructuras técnicas de la red, de los algoritmos. El SRT es un antiCapital, entendiendo por éste, en la línea de Guattari, la integral de todas las formaciones de poder.

El SRT en su determinación histórica actual es completamente vulnerable a la represión del Estado, al fascismo y la guerra. En ese sentido, a día de hoy no resuelve el problema de la forma Estado y de su desaparición.

Cabe pensar el SRT como una forma ontológica del éxodo constituyente respecto a la Era de la informatización planetaria. Un éxodo precario, a día de hoy, completamente dependiente de la fortuna, habida cuenta de los límites señalados más arriba. El SRT es, desde luego, un poder instituyente cuyos límites a absorción-apropiación del mundo del capital y la forma Estado no pueden determinarse de antemano, salvo para señalar esa asíntota en la que la violencia más o menos fascista de la forma Estado pone fin a su existencia. El SRT es una forma excepcional del común instituyente, de su potencia hecha política de la multitud.

 

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[1]Este texto puede considerarse como un apéndice tardío a mi artículo “El 15M como insurrección del cuerpo máquina”. Para ejemplos e ilustraciones sobre el sistema red remito a este texto, así como a AAVV, Democracia Distribuida. Miradas desde la Universidad Nómada al 15M (2012) y sobre todo Javier Toret Medina (coord.) Tecnopolítica y 15M: La potencia de las multitudes conectadas. Un estudio sobre la gestación y explosión del 15M (2013).

[2]https://es.wikipedia.org/wiki/Leyenda_de_la_pu%C3%B1alada_por_la_espalda. Sobre los lenguajes de la revolución conservadora alemana, nunca dejamos de recomendar la obra de Jean-Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios, 1974.

[3]“Sólo acontecimiento”, o el acontecimiento en cuanto tal, impersonal, “neutro”, puramente infinitivo: “Mais il y a d'autre part le futur et le passé de l'événement pris en lui-même, qui esquive tout présent, parce qu'il est libre des limitations d'un état de choses, étant impersonnel et pré-individuel, neutre, ni général ni particulier, eventum tantum…”, Gilles Deleuze, “De l’événement”, Logique du sens, París, 1969.

[4]Félix Guattari, “De la production de subjectivité”, Chimères, núm. 4, 1987, http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/04chi03.pdf, así como en Cartographies schizoanalytiques, París, 1989.

[5]https://es.wikipedia.org/wiki/Carbono_alterado

[6]Véase mi artículo “L’assoluto della democrazia alla luce del 15M spagnolo”, Francesco Brancaccio, Chiara Giorgi (eds.), Ai confini del diritto. Poteri, istituzioni, soggettività, Roma, 2017.

[7]Véase Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno:

El Príncipe de Maquiavelo podría ser estudiado como una ejemplificación histórica del “mito” de Sorel, es decir, de una ideología política que no se presenta como una fría utopía, ni como una argumentación doctrinaria, sino como la creación de una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva. El carácter utópico de El Príncipe reside en el hecho de que un Príncipe tal no existía en la realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, sino que era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, del condottiero ideal; pero los elementos pasionales, míticos, contenidos en el pequeño volumen y planteados con recursos dramáticos de gran efecto, se resumen y convierten en elementos, vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe ‘realmente existente’.”

[8] “Au lieu d’avoir des déterminations majestueuses à la façon hégélienne, on a donc des champs narratifs nouveaux, et des effets conceptuels, qui s’éclairent ou s’obscurcissent, deviennent des anti-concepts monstrueux ou féconds. On s’approche là de ce que j’ai appelé le ‘transformat’ : étudier la genèse de ces anti-concepts monstrueux, le moment où apparaissent ces effets… résultats des transformations”, Jean-Pierre Faye, Entretien, Revue Conférence, núm. 28, http://90plan.ovh.net/~revueconc/images/stories/n28/pdfs/conference_28_entretien_jean-pierre_faye.pdf

[9]“Así, pues, un agenciamiento es el hecho de que hay flujos materiales o energéticos, relaciones de segmentariedad, de territorio, coordenadas, referencias que se articulan con phylum maquínicos, que trabajan, en algún lugar, por su propia cuenta y que desarrollan universos. Es, por lo tanto, el hecho de que, en mayor o menor grado, los cuatro tipos de elementos son articulados juntos., Félix Guattari, “Agencements. Transistances. Persistances”, http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/811208.pdf

[10]Todos los gráficos son míos, traducidos a partir de Félix Guattari, Cartographies schizoanalytiques, París, 1989.

[11]"¿Cuál es el estatuto de las entidades maquínicas abstractas que, en el seno del núcleo abstracto del agenciamiento, 'doblan' las dimensiones concretas? Justamente, no la del doble: los maquinismos abstractos no constituyen en modo alguno mundos paralelos a los agenciamientos concretos. No existe correspondencia de interacción entre los abstractos maquínicos y los concretos manifiestos. A este respecto habrá que hablar más bien de sistema de proyección", Cartographies, cit., “Ritournelles éxistentiels”.

[12]"¿Qué es ese agente, esa fuerza que asegura la comunicación? El rayo estalla entre intensidades diferentes, pero viene precedido de un precursor oscuro, invisible, insensible, que determina de antemano el camino invertido, como en contrarrelieve. Asimismo, todo sistema contiene un precursor oscuro que asegura la comunicación de las series limítrofes... Toda vez que el camino que traza es invisible, y sólo se tornará visible al revés, en tanto que recubierto y recorrido por los fenómenos que induce en el sistema, no tiene otro lugar que aquel en el que 'falta', otra identidad que aquella a la que escapa: es precisamente el objeto = x, el que 'falta' a su lugar como a su propia identidad", - Gilles Deleuze, Différence et répétition, París, 1968, pp. 156-157.

[13]Christian Marazzi, “L’ammortamento del corpo macchina”, Laville., Marazzi, La Rosa, Chicchi, (eds.), Reinventare il lavoro, Roma, 2007.

[14]Véase “El 15M como insurrección del cuerpo máquina”, cit.

[15]Félix Guattari, “Les quatre inconscients”, cit. http://www.revue-chimeres.fr/drupal_chimeres/files/810113.pdf

[16]Sobre la ontología de lo dividual y su relevancia filosófica y política, véase Gerald Raunig, Dividuum, https://transversal.at/books/dividuum

[17]Félix Guattari, “Ritournelles et affects éxistentielles”, cit.