09 2016
Confluencias
La fuerza molecular revolucionaria de los nuevos municipalismos en España
Traducción del alemán de Raúl Sánchez Cedillo
Algo se descompone en los municipios de España. En una Europa marcada por el racismo institucional, los nuevos fascismos y un centro agresivo que emprende un rumbo frenético hacia la derecha, las tendencias de los últimos cinco años en España se presentan extrañamente fuera de tiempo y de lugar, desquiciadas1. Anomalía, aberración, presagio del cambio. El protagonismo social del movimiento 15M, las ocupaciones de las plazas, las acampadas, las mareas, las asambleas, la buena práctica de cuidado de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), los movimientos que convergen en confluencias para diferentes elecciones, sobre todo en el ámbito municipal –todo esto parece inaudito. Con las elecciones municipales de mayo de 2015, se produjo la irrupción de un movimiento que había empezado a cobrar forma práctica y teóricamente años antes: en sus distintas variantes, en toda España, surgió un nuevo municipalismo.
Un año más tarde los nuevos gobiernos municipales han acumulado una experiencia inicial; algunos, como en Barcelona y Madrid, incluso bajo la conducción de plataformas de movimiento con nombres como Ganemos, En Comú, Compromís, Ahora, Participa, etc. Ya sea en el gobierno o en la oposición –hay mucho trabajo por delante para todos los actores que luchan dentro y en torno a los ayuntamientos en aras de una relación no jerárquica entre movimiento e institución. Como cabía esperar, surgen muchos problemas, surge la maraña de problemas políticos que, si aplicaramos la rejilla clásica de la teoría política, parecen repetir los mecanismos habituales de la “toma del poder”, de “la marcha a través de las instituciones”, de la separación entre movimiento y organización. Desde esta perspectiva tradicional, parecería que la fuerza del intelecto transversal del 15M ha retrocedido. Sin embargo, a pesar de la sobreabundancia de dificultades y contradicciones, las máquinas textuales y las máquinas revolucionarias no dejan de activarse recíprocamente. La lucha, el pensamiento y el cuestionamiento continúan, el progreso progresa, no solo en el sentido de un desplazamiento de hegemonía, sino como una batalla constante contra la normalización y la totalidad, contra la preordinación y la subordinación. Desquiciado está no solo el tiempo, sino también su espacio: esta lucha brota en la inmanencia molecular misma de los municipalismos, precisamente no se ensamblando y in ensamblajes nuevos.
Tres
problemas del municipalismo
Primer problema: imaginarios lineales de la organización política y de la toma del poder.
Si los imaginarios lineales de la historia y el progreso en general tienden a borrar los complejos saltos y rupturas de las historias políticas, también la descripción de la genealogía de las luchas sociales desde sus orígenes hasta la toma del poder es siempre problemática. En el caso del movimiento español, esto se aplica a la pretensión de deducirlo sencillamente a partir de las acampadas del 15M, toda vez que estas quedaron limitadas a un mito fundador tradicional. La genealogía no es una línea directa que conduce de un origen histórico a un futuro heroico, sino que es producida en el tiempo-ahora [Jetztzeit]. En el aquí y ahora se retuerce y se torna en una historia anarquista, en la “primavera árabe”, en las prácticas translocales del movimiento antiglobalización, en los foros sociales y las ocupaciones de universidades, en la Comuna de París o en miles diferentes entrelazamientos de procesos de traducción postcoloniales, sobre todo desde y en dirección a América Latina.
Sería igualmente inadecuado describir la relación del movimiento del municipalismo con los municipios como una relación sujeto/objeto, como un sujeto revolucionario que captura su objeto de deseo. No solo no se trata de apoderarse sin más de las naves abandonadas por la democracia representativa, de los partidos corruptos y de los aparatos de Estado que se han vuelto obsoletos. Se trata más bien de que los municipalismos cambien la forma institucional misma, los modos de subjetivación y las prácticas instituyentes que comienzan no solo después de la captura del aparato de Estado, sino antes y más allá de las nociones lineales del desarrollo. La nueva institucionalidad está ya antes del antes de toda forma de captura. Y es un antes espacial y temporal, tal y como Stefano Harney y Fred Moten conciben este “before and before”2, que se sustrae a la doble incorporación en un orden espacio temporal –toda vez que el municipalismo habrá tenido sus huellas en otros espacios y en otros tiempos, habrá abierto sus fisuras, habrá trazado sus líneas.
Segundo problema: Economías de la obligación
En la República romana, municipium designaba en primer lugar una ciudad latina dependiente del Latium y luego de Italia, a cuyos ciudadanos (municipes) se les exigía que asumieran las mismas obligaciones (munus capere) con Roma que los ciudadanos romanos. De esta suerte, un municipium era por norma un lugar que tenía que someterse a los romanos. Esta desigualdad fue nivelándose en el transcurso de la historia romana, pero incluso después de que los municipia obtuvieran la igualdad formal con Roma, el munus entendido como derechos iguales continuó implicando asimismo las mismas obligaciones: estar obligados a pagar un tributo, un impuesto, siguió siendo la condición para ser parte de la comunidad (com-munitas). Aquí el munus no es tanto don sino tributo, obligación, impuesto –de esta suerte, la participación no es devenir más, sino devenir menos3. Los nuevos municipalismos parten de la cuestión de cómo puede producirse un giro radical contra el fardo etimológico e histórico del municipium: ¿Cómo pueden estos dar la espalda a la obligación económico-legal del impuesto municipal como una condición para la exclusión y la inclusión en la comunidad de los ciudadanos, en la ciudadanía? ¿Cómo puede romperse este mecanismo de comunitarización económica mediante la obligación tributaria y de individualización jurídico-politica como ciudadanos/as-individuos? ¿Cómo pueden emerger nuevas formas de dividualidad y de economía del cuidado, modos de inclusión radical y cuidadanía4?
Tercer problema: Localismo como cierre.
En todas las representaciones, reflexiones y teorizaciones de los municipalismos, la insistencia en lo local está en un primer plano. En vez de remitir las decisiones a los ámbitos harto abstractos del Estado-nación, la UE, la economía capitalista globalizada, se da prioridad a la politización del contexto espacial cercano. Términos como cercano, próximo, vecino, local, territorio, directo, inmediato, endógeno son indicaciones léxicas de una reterritorialización específica, centrada en lo local5.
El problema que veo aquí no reside en un supuesto límite de la micropolítica de las prácticas horizontales, de la política desde abajo, de una horizontalidad que carece de su componente vertical, sino más bien en el problema del vallado, de la limitación y el cierre de las prácticas locales. Esto no es hoy solo un problema de los nacionalismos clásicos, que gozan de una nueva popularidad bajo nuevos hábitos, sino también un peligro de un cercado comunitario frente a los flujos de refugio y migración. Sin duda, son necesarias nuevas formas de reterritorialización, pero no como sustancialización y cercado del territorio, sino como multiplicidad y multiplicación de territorios subsistenciales, que confluyan en un proceso constituyente en Europa6. Estos flujos y confluencias permiten crear máquinas abstractas translocales en muchos mundos, pero no tienen en Europa su lugar eminente, sino que van más allá de esta.
1.
Barcelona antes del
antes
de llegar al poder
La nueva institucionalidad llega siempre antes del antes. Comienza no con o después de una toma del poder, de un hacerse con el aparato, después de la fundación de un nuevo Estado que sucede a otro. Y esto es así aunque esa toma no se lleva a cabo mediante la dominación, sino mediante la hegemonía y el populismo o mediante la normalización de lo que anteriormente era anormal. Las plataformas, las mareas, las asambleas de barrio ya estaban allí, como nuevas formas de división subsistencial, de dividualidad, cuyas líneas fueron y son trazadas en el plano de inmanencia de la Europa en crisis. En Barcelona, Ada Colau fue elegida alcaldesa en junio de 2015 habiendo sido una activista central de la PAH7. Esto fue posible porque Barcelona en Comú obtuvo 11 de los 40 mandatos en el consejo municipal, siendo el la minoría con mayor número de concejales. Que unos meses más tarde En Comú Podem se convirtiera a su vez en la candidatura más votada en Cataluña en las elecciones parlamentarias nacionales es un éxito sorprendente, pero no en tanto que “verdadero objetivo” de un movimiento que siempre habría querido convertirse en un partido, sino sencillamente como uno de los múltiples efectos de los municipalismos. Lo que resuena en la frase “antes del antes” no es desde luego la predominancia de la imagen prefigurada de un partido, hacia cuyo éxito electoral se orientaría y habría de orientarse todo8.
Antes del antes de estos sorprendentes éxitos electorales, se ha desarrollado una nueva institucionalidad: antes de los cargos, en las calles, en las plazas, en las asambleas y antes de asumir los cargos como una prueba de nuevos modos de organizar una inclusión radical. Ante-localización y ante-futuro, también y sobre todo en el corazón del aparato del Estado: Barcelona en Comú no quería limitarse a hacerse con el ayuntamiento después de las elecciones de junio de 2015, como si este fuera un contenedor constante intemporal cuyos contenidos podrían ser asumidos o intercambiados.
En medio del movimiento electoral de la primavera de 2015, junto a numerosas asambleas, prácticas micropolíticas y distintos tipos de acciones, empezaron una investigación militante con los empleados municipales de Barcelona. Las y los activistas de Barcelona en Comú no eran los únicos que tenían interés en investigar el aparato de Estado –también los empleados demostraron su disposición a poner en tela de juicio sus instituciones9. En una serie de rondas de discusión, en torno a 60-70 investigadores/as (activistas, académicos/as, algunos/as ambas cosas) se reunieron en pequeños grupos. Las preguntas de la investigación eran relativas a las relaciones de poder entre los empleados municipales, sus condiciones de trabajo, las relaciones de los empleados con las y los ciudadanos/as, así como con las y los representantes electos/as y a la estructura política del ayuntamiento. La investigación demostró que, en contraste con la imagen del empleado estatal que goza de una seguridad laboral y social, las transformaciones del capitalismo maquínico y la precarización que este trae consigo no han dejado intacto ese aparato: tras el final del franquismo, en las décadas de 1970 y 1980 activistas de las asociaciones de vecinos entraron en la administración pública, donde su compromiso no tardó en verse capturado y neutralizado. En vez de implicarles en la construcción de políticas concretas, el “conocimiento técnico” de los empleados se vio marginalizado. Con una creciente oleada de corrupción, la mayoría de los funcionarios dejó de entender su poder como autonomía, sino que lo hizo como “lealtad” a “familias políticas” y partidos que decidían las designaciones de cargos y cuáles eran las condiciones para hacer carrera.
La precarización de las condiciones de trabajo se tradujo en diferentes formas de aislamiento: aislamiento horizontal entre los departamentos individuales y aislamiento vertical respecto a los ciudadanos. En los departamentos marginales para los asuntos de las minorías, desde la década de 1990 los empleados se vieron particularmente precarizados y marginados. Transformar esta situación de corrupción y precarización generalizadas significaba en primer lugar regresar al intelecto específico, al “saber técnico” de los administradores en tanto que expertos. Aquellos que conocen el aparato, que saben cómo funciona, tienen también una competencia particular cuando se trata de cambiarlo. De esta suerte, en la investigación militante elaboraban documentos, protocolos y posiciones que habrían de sentar los fundamentos de los cambios de sus actividades y de su institucionalidad. Por supuesto, la investigación también tuvo como efecto que Barcelona en Comú ganara legitimidad gracias a la intervención institucional temprana y con ello obtuvo un saber adicional del que se beneficiaron los actores que ahora trabajan “en el gobierno” en diferentes ámbitos de la administración. Sin embargo, el efecto más importante consistió en la confluencia y en el des/amblaje [Un/gefüge] de las subjetivaciones, que fue capaz de ponerse en marcha precisamente entre actores identificables tales como Barcelona en Comú y “la administración”. Aquí reside asimismo la posibilidad de una nueva institucionalidad desensamblada –siempre antes del antes de la toma del poder, como una transformación de los modos de subjetivación e institucionalidad. No hace falta ningún funcionamiento ininterrumpido del aparato para inventar y sondear nuevas prácticas instituyentes dentro de los municipalismos, aun cuando el aparato crea estar trabajando al servicio de los ciudadanos o en aras de una buena causa. Antes bien, lo que hace falta precisamente es ese des/amblaje, una máquina institucional e instituyente, que no se cierra en su estructura, sino que produce permanentemente derrumbes e irrupciones, bifurcaciones y confluencias.
2
Málaga: Colmenas y territorios subsistenciales
Málaga lleva décadas siendo gobernada por el Partido Popular, que parece responder a todos los problemas de la crisis económica (desempleo juvenil, emergencia habitacional, pobreza infantil y mucho más) con un único plan: inversión turística. De modo sumamente simbólico se han confeccionado los instrumentos del turismo cultural. Mientras se viene abajo la infraestructura sociocultural de la mayoría de los barrios, la política cultural conservadora apunta a la creación de grandes y acicaladas infraestructuras en el centro de la ciudad y en el puerto. Por ejemplo, el CAC, que se llama a sí mismo “Museo y centro de arte contemporáneo”, pero que al mismo tiempo, según informa su sitio web, quiere “basarse en el modelo de la «Kunsthalle» alemana”. Esta Kunsthalle tiene un programa nada entusiasmante y al mismo tiempo el objetivo nada oculto de gentrificación de su entorno inmediato: el barrio Ensanche Centro, situado directamente en el puerto, debe ser valorizado con la ayuda del arte bajo su nuevo nombre: Soho. El proyecto, que prácticamente apoya el graffiti artístico descontextualizado, ha acompañado durante años bajo el nombre de “Málaga Arte Urbano Soho” la emigración y la evacuación de los viejos (estratos de) habitantes y la reciente llegada a la zona de nuevos ricos .
Otro ejemplo –que en este caso tiene menos que ver con los nuevos ricos que con la vieja aristocracia– es el Museo Thyssen, un museo provincial que fue inaugurado también con dinero público en 2011. Antes que su colección, lo que más llama la atención es la conversión en marca del área que rodea al museo: buena parte del centro de Málaga está adornada con banderitas en tiendas, restaurantes y galerías que identifican el barrio como “Entorno Thyssen”. Los tres términos que engalanan las banderas, aparte del nombre de la noble mecenas son, como corresponde, “comercio cultura turismo”. Recientemente el ayuntamiento ha llegado incluso a comprar la franquicia del Centro Pompidou por un periodo de cinco años. A modo de copia conservadora de la problemática gentrificación de la Barceloneta, la zona interior de la Malagueta se ha visto convertida en un área de lujo plastificado para salir de copas, a cuya entrada un carísimo edificio de nueva construcción recicla exposiciones programadas y organizadas en París. Sin involucrar a fuerzas locales, ni siquiera durante la construcción del centro cultural, y no digamos en lo que atañe al comisariado o la programación10.
La participación en esta forma de com-munitas económicamente sobrecodificada se limita al consumismo de los turistas y de los más ricos. Aunque el munus, el tributo, afecta a todos, las ventajas solo se aplican a unos pocos. El mejor modo de contrarrestar una falsa idea del municipium como administración jerárquica de la exclusión y la inclusión, como comunidad forzosa de la obligación legal de pagar un tributo, es con nuevos experimentos sociales y económicos: en Málaga estos parten desde 2007 de la Casa Invisible, un Centro Social y Cultural de gestión ciudadana ocupado y disputado, en pleno centro de Málaga. En este centro tuvieron lugar la mayor parte de los encuentros fundacionales de la plataforma política que –al igual que Madrid– se llamó Málaga Ahora. En mayo de 2015 cuatro representantes de Málaga Ahora fueron elegidos como concejales en el ayuntamiento, convirtiéndose en el tercero de los cinco grupos municipales.
En lugar de gastar el dinero legalmente destinado a tal objeto en una sede de partido, a finales de 2015 Málaga Ahora comenzó a fundar centros sociales, centros de práctica sociocultural, de una nueva política de los afectos en el barrio11. La composición social de las Colmenas es distinta de la de los centros sociales clásicos y las casas ocupadas con influencias subculturales. Aquí, el lema de la “confluencia” significa el flujo conjunto de diferentes actores, un territorio raudal que no es fácil de controlar, difuso, desbordando. Las colmenas son por encima de todo centros de barrio, lugares de encuentro abiertos, centros socioculturales autogestionados cuya infraestructura recibe el apoyo municipal mediante la redistribución llevada a cabo por Málaga Ahora. Pero aunque la infraestructura es facilitada por el ayuntamiento, la gestión de las colmenas sigue en manos de ellas mismas. A día de hoy, se han creado tres colmenas en tres distritos diferentes fuera del centro de la ciudad (El Palo, Carretera de Cádiz y Puerto de la Torre), con distintos programas que reflejan los diferentes intereses de los protagonistas.
La colmena es el territorio subsistencial de las abejas. Pero estas “abejas” son diferentes de sus parientes del reino animal. No hay pueblo de las abejas. Málaga ahora tiene una portavoz, la abogada y activista Ysabel Torralbo, pero su papel no es el de la abeja reina. La política de los afectos, de la escucha constante, de la “confluencia real” que representa Málaga ahora, no funciona de manera populista, ni presupone un pueblo abeja interpelado por un actor central. Por otra parte, no se trata de moldear la ciudadanía individual soberana, sino de la fundación de territorios de cuidado dividual, siempre antes del antes de la soberanía. Cuando hablo de territorios subsistenciales en este contexto, no remito a la idea de formas patriarcales de economía de subsistencia, sino más bien a una economía queer y feminista que parte de la subsistencia del cuidado salvaje en el barrio. A cada relación de cuidado su subsistencia específica. El territorio no es sustancia, sino el terreno abierto de relaciones de cuidado. Dentro y a través de las colmenas se extiende la cuidadanía, como multiplicidad de relaciones de cuidado que no funciona de modo individualizador, clientelar y de arriba abajo, que no se basa en el impuesto y la deuda del munus, sino que se presenta como nuevo municipalismo en la dividualidad, el cuidado y el endeudamiento mutuo, en deudas malas, pochas, que no serán reembolsadas ni son reembolsables.
3
Sevilla
–
Máquinas abstractas y la tecnopolítica pendiente de los
municipalismos
Los municipalismos comienzan en el corazón social de lo local, el barrio, el territorio. Sin embargo, este localismo corre el riesgo de tender al cierre si no dispone de contrapesos en formas de desterritorialización. “Somos enjambre”, dice Málaga Ahora12, y por lo tanto no es pueblo, sino un enjambre. Y cuando el enjambre se forma, también puede descomponerse. El enjambre municipalista puede “descomponerse” no porque se pose perezosamente en la colmena, pero tampoco porque no se desarrolle uniformemente conforme a la idea de una comunidad de abejas uniforme, servil y laboriosa. El enjambre se descompone debido al efecto deshilachador e incontrolable de su producción deseante. Fluyendo dentro y fuera del contexto barrial local, fluyendo conjuntamente en las confluencias, desbordando sus límites, el enjambre que se enjambra produce un superenjambre.
La nueva plataforma en Sevilla se llama Participa Sevilla, obtuvo tres concejales en las elecciones municipales y, también aquí, la cabeza de lista es una mujer, la comisaria artística Susana Serrano. También en Sevilla tienen un plan de fundar centros sociales, pero los espacios reales en los barrios no son los únicos territorios subsistenciales. En particular, en lo que atañe a la cuestión de cómo los flujos de cuidadanía podrían con-fluir, desbordar e ir más allá de los límites de lo local, los aspectos tecnopolíticos se tornan relevantes. Por ejemplo, Susana Serrano explica que los Círculos consiguieron su legitimación creando páginas de Facebook, y no, por ejemplo, ensayando un primer encuentro con toma de actas, o el predominio de un determinado grupo colocado por la dirección estatal de Podemos. Pero sin duda Facebook no es el medio adecuado de la revolución molecular. En España ya existía un dispositivo tecnopolítico, llamado n-1, que quería expandir las posibilidades de la medialidad y la socialidad de manera autoorganizada. La contrainformación, la investigación activista y la producción de conocimiento disidente estarían disponibles con una mejora cualitativa de la protección de datos, pero también con otros fundamentos técnicos de las relaciones sociales. Esto significaba al mismo tiempo mayor privacidad y herramientas para el cambio social, un mayor control sobre los propios datos y una mayor fiabilidad técnica que la que pueden ofrecer los proveedores de la Web 2.0. Sin embargo, n-1 nunca llegó a la cifra de usuarios de Facebook. Con el 15M el número de participantes ascendió a 40.000 en 2011, pero después la red social colapsó.
Los nuevos espacios tecnopolíticos, espacios-máquinas que permiten confluencias translocales, serán necesarios para los nuevos municipalismos. Estas máquinas abstractas no han de pensarse sencillamente como redes que unen puntos existentes, territorios existentes. Se trata mucho más de un problema de invención y recomposición, de estancamientos y confluencias, de dispersiones y asambleas, des/amblajes. Las máquinas abstractas surgen junto con máquinas sociales concretas, como la multitud de raudales tecnopolíticos junto con los enjambres en los barrios, igualmente descompuesto, quebradizo, compartido, desquiciado, desensamblado.
Las ideas para este texto se desarrollaron durante un largo viaje realizado entre enero y febrero de 2016. Quisiera agradecer a las/los amigos/as y activistas de Barcelona, Málaga y Sevilla, que sentaron las bases del texto en conversaciones y discusiones, así como a Isabell Lorey, Kelly Mulvaney y Manuela Zechner por sus estímulos adicionales.
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1 “aus den Fugen” (NdT.).
2 Stefano Harney, Fred Moten, Undercommons. Fugitive Planning and Black Study, Wivenhoe, Nueva York, Port Watson, Minor Compositions, 2013.
3 El munus es un minus. Para esta problemática, véase Isabell Lorey, Figuren des Immunen. Elemente einer politischen Theorie, Zurich, diaphanes, 2011, pp. 181-227, y Gerald Raunig, DIVIDUUM. Maschinischer Kapitalismus und molekulare Revolution, Band 1, Viena, transversal texts, 2015, pp. 101-106.
4 Sobre este neologismo acuñado por Precarias a la Deriva, así como sobre la permutación mínima que transforma la ciudadanía en cuidadanía, véase Birgit Mennel, Stefan Nowotny, „Die militante Ethik der Precarias a la Deriva“, en Precarias a la Deriva, Was ist dein Streik? Militante Streifzüge durch die Kreisläufe der Prekarität, traducción de Birgit Mennel, Viena, transversal texts, 2014, pp. 9-32, aquí p. 29 y ss.
5 Véanse, por ejemplo, las publicaciones a este respecto del Observatorio Metropolitano, La apuesta municipalista. La democracia empieza por lo cercano, Madrid, Traficantes de sueños, 2014, o Angel Calle Collado, Ricard Vilaregut Sáez, Territorios en democracia. El municipalismo a debate, Barcelona, Icaria, 2015.
6 Véase Antonio Negri y Raúl Sánchez Cedillo, Für einen konstituierenden Prozess in Europa, traducción de Gerald Raunig, Viena, transversal texts, 2015; y Marisa Pérez Colina, «Convertir la apuesta municipalista en palanca democratizadora», https://www.diagonalperiodico.net/movimientos/28424-convertir-la-apuesta-municipalista-palanca-democratizadora.html: Pérez Colina concibe el municipalismo como “palanca” para una transformación democratizadora de Europa.
7 Véase http://afectadosporlahipoteca.com/ así como Ada Colau, Adrià Alemany, ¡Sí se puede!: Crónica de una pequeña gran victoria, Barcelona, Destino 2013.
8 Ada Colau no anunció hasta enero de 2016 una assemblea constituent para la fundación de un partido catalán que estaría al servicio de los municipalismos y de la radicalidad democrática. En su caso lo, importante era la inversión de la secuencia cronológica: no empezar creando un partido para llegar al poder, sino un partido entendido como vehículo subordinado del municipalismo.
9 Quiero expresar mi sincero agradecimiento a Francesco Salvini por sus informaciones e interpretaciones de la citada investigación militante.
10 Se entiende así también la pancarta que decía “¡Menos museos, más empleos!”, que pudo verse en varias manifestaciones en febrero de 2016 en Málaga.
11 Véase Javier Fernández Cruz, Curro Machuca, “Málaga Ahora como enjambre”, https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/28532-malaga-ahora-como-enjambre.html; Raúl Sánchez Cedillo, Juan Díaz Ramos, Pablo Lópiz, “Retos de los municipalismos II: federalismo municipalista, herramientas de organización, comunes”, https://www.diagonalperiodico.net/blogs/funda/retos-municipalismos-ii.html.