05 2003
Lucha, acontecimiento, media
Traducido de Marcelo Expósito
¿Por qué el paradigma
de la representación no puede funcionar ni en la política
ni en las formas de expresión artística ni, especialmente,
en la producción de obras que utilizan las imágenes
en movimiento?
Voy a intentar responder a esta
cuestión utilizando el paradigma que piensa la constitución
del mundo a partir de la relación entre acontecimiento
y multiplicidad. La representación, por el contrario,
está fundada sobre el paradigma sujeto-trabajo. En este
paradigma, las imágenes, los signos y los enunciados
tienen como función representar el objeto, el mundo;
mientras que, en el paradigma del acontecimiento, las
imágenes, los signos y los enunciados contribuyen a
hacer surgir un mundo. Las imágenes, los signos y los
enunciados no representan nada, sino que crean mundos
posibles. Me gustaría explicar este paradigma del acontecimiento
partiendo de dos ejemplos concretos: la dinámica del
surgimiento y la constitución de los movimientos políticos
postsocialistas, y el funcionamiento de la televisión,
es decir, de los signos, imágenes y enunciados en la
economía contemporánea.
Los días de Seattle fueron un
verdadero acontecimiento político que, como todo acontecimiento,
ha producido sobre todo una transformación de la subjetividad
y de su manera de sentir. El lema "Otro mundo es
posible" es sintomático de esta metamorfosis de
la subjetividad y de su sensibilidad.
La diferencia en relación con
otros movimientos políticos del siglo que acaba de finalizar
es radical. El acontecimiento de Seattle no remite,
por ejemplo, a la lucha de clases y a la necesaria toma
del poder. No nombra al sujeto de la Historia, la Clase
obrera, ni a su enemigo, el Capital, y la lucha mortal
que deben librar. Se limita a anunciar que "se
ha creado algo posible", que hay nuevas posibilidades
de vida y que se trata de realizarlas; que un mundo
posible se ha expresado y que se debe cumplir. Hemos
entrado en otra atmósfera intelectual, en otra constelación
conceptual.
Antes de Seattle,
un mundo diferente era sólo algo virtual. Ahora es actual;
aunque posible, actual: algo posible que se debe hacer
real. La mutación de la subjetividad debe inventar los
agenciamientos espacio-temporales que velen por esta
reconversión de los valores que una generación, crecida
tras la caída del Muro y en la gran expansión estadounidense
y la new economy,
ha sabido crear. Doble creación, doble individuación,
doble devenir.
Los signos, las imágenes y los
enunciados juegan un rol estratégico en este doble devenir:
contribuyen a hacer surgir los posibles, y contribuyen
a su realización. Es así como el "conflicto"
se confronta con los valores dominantes. La realización
de nuevas posibilidades de vida se enfrenta a la organización
existente del poder y a sus valores establecidos.
En el acontecimiento, se observa
a la vez lo que una época tiene de intolerable y las
nuevas posibilidades de vida que encierra. El modo del
acontecimiento es lo problemático. El acontecimiento
no es la resolución de un problema, sino una apertura
de posibilidades. Para Mijail Bajtin, el acontecimiento
revela la naturaleza del ser como cuestión o como problema,
específicamente de un modo tal que la esfera del ser-acontecimiento
es, al mismo tiempo, la de "las respuestas o las
preguntas".
En las jornadas de
Seattle tenemos un agenciamiento corporal, una mezcolanza
de cuerpos (con sus acciones y sus pasiones) compuesta
de singularidades individuales y colectivas (multiplicidad
de individuos, de organizaciones -marxistas, ecologistas,
sindicalistas, troskistas-, los activistas mediáticos,
las brujas, el black-block, etc., que practican relaciones específicas de cofuncionamiento
corporal); y tenemos un agenciamiento de enunciación,
un régimen de expresión constituido por una multiplicidad
de regímenes de enunciación (los enunciados de los marxistas
no son los mismos que los de los activistas mediáticos,
los ecologistas o las brujas, etc.). Los agenciamientos
colectivos de enunciación no se expresan solamente por
medio del lenguaje, sino también por medio de las máquinas
de expresión tecnológicas (la red, los teléfonos, la
televisión, etc.). Los dos agenciamientos se construyen
en relación a las relaciones de poder y de deseo actuales.
Estas son las condiciones históricas
por las que el acontecimiento se desvía para crear algo
nuevo: una nueva mezcla de cuerpos (acciones, pasiones
que se agencian en las manifestaciones, por ejemplo)
y la expresión, la enunciación como resultado, efecto
de esta mezcolanza corporal: otro mundo es posible.
La expresión (el sentido) no describe ni representa
los cuerpos.
El mundo posible existe perfectamente,
pero no existe ya fuera de aquello que lo expresa (los
lemas, los reportajes de televisión, la comunicación
en la red, los periódicos). El acontecimiento se actualiza
en las almas, en el sentido que produce un cambio de
la sensibilidad (transformación incorporal) que crea
una nueva evaluación: se observa lo intolerable de una
época y las nuevas posibilidades de vida que implica.
Al hablar, al comunicar, ya se
ha dado una cierta realidad al mundo posible, pero esta
realidad hay que cumplirla ahora, hacerla, inventando
nuevos agenciamientos corporales. Es el acontecimiento
lo que constituye la relación entre los dos tipos de
agenciamiento, es el acontecimiento lo que va a distribuir
las subjetividades y las objetividades, lo que va a
trastornar las configuraciones de los cuerpos y de los
signos.
Todo el mundo llegó
con sus máquinas corporales y sus máquinas de expresión,
y volvió a casa con la necesidad de definirlas en relación
a lo que se ha hecho y lo que se ha dicho. Las formas
de organización política (de cofuncionamiento de los
cuerpos) y las formas de enunciación (las teorías y
los enunciados sobre el capitalismo, los sujetos, las
formas de explotación, etc.) se deben medir en relación
al acontecimiento. Hasta los troskistas están obligados
a preguntarse: ¿qué es lo que ha pasado?, ¿qué está
pasando?, ¿qué va a pasar?; y están obligados a poner
en relación tanto lo que hacen (la organización) como
lo que dicen (su discurso) con el acontecimiento.
Es ahí donde vemos que el régimen
del enunciado es lo problemático. Todo el mundo está
obligado a abrirse al acontecimiento, es decir, a la
esfera de preguntas y respuestas. Quienes tienen las
respuestas preparadas de antemano (y son muchos) no
se enteran del acontecimiento. Es este el drama político
que ya vivimos después del 68, perderse el acontecimiento
porque las preguntas tenían ya sus respuestas hechas
(maoísmo, leninismo, troskismo).
El acontecimiento insiste; es
decir, continúa actuando y produciendo sus efectos:
las discusiones sobre qué sea el capitalismo y qué sea
un sujeto revolucionario hoy, a la luz del acontecimiento,
se abren paso en el mundo entero.
Lenguaje, signos e imágenes no
representan nada, sino que contribuyen a hacer advenir
algo. Imágenes, lenguajes y signos, son constitutivos
de la realidad y no su representación.
Pasemos ahora a observar cómo los signos, las imágenes y los enunciados son utilizados por las empresas en el capitalismo contemporáneo.
La empresa no crea
el objeto (la mercancía), sino el mundo en que el objeto
existe. Tampoco crea el sujeto (trabajador y consumidor),
sino el mundo en que el sujeto existe.
En el capitalismo contemporáneo
se debe sobre todo distinguir la empresa de la fábrica.
Hace dos años, una gran multinacional francesa anunció
que se iba a separar de sus once fábricas. Esta separación
de la empresa y la fábrica es un caso límite, pero es
cada vez más frecuente en el capitalismo contemporáneo.
En la gran mayoría de los casos, estas dos funciones
están integradas una en la otra, pero consideramos su
separación como emblemática de una profunda transformación
en la producción capitalista. ¿Qué es aquello con lo
que se queda esta multinacional, qué entiende por empresa?
Se queda con todas las funciones, todos los servicios
y todos los empleados que le permitan crear un mundo:
servicio de marketing, de concepción, de comunicación,
etc.
La empresa produce un servicio
o un producto. En esa lógica del servicio o del producto,
el consumidor o productor lo son para su mundo, y este
mundo ha de estar incluido en las almas y los cuerpos
de los trabajadores y los consumidores. En el capitalismo
contemporáneo la empresa no existe fuera del productor
y del consumidor que la expresan. Su mundo, su objetividad,
su realidad se confunden con las relaciones que la empresa,
los trabajadores y los consumidores mantienen entre
sí.
La comunicación / consumo
Partamos del consumo,
porque la relación entre oferta y demanda se ha invertido:
los clientes son el pivote de la estrategia empresarial.
En realidad esta definición, tomada de la economía política,
no identifica el problema: el ascenso, el papel estratégico
que juega la máquina de expresión (por la opinión, la
comunicación y el marketing, y por tanto los signos,
imágenes y enunciados) en el capitalismo contemporáneo.
Consumir no se reduce a adquirir
y gastar un servicio o un producto, como enseña la economía
política y su crítica, sino que sobre todo se trata
de pertenecer a un mundo, adherirse a un universo. ¿De
qué mundo se trata? Basta con encender la televisión
o la radio, pasearse por una ciudad, adquirir una revista
o un diario, para saber que este mundo está constituido
por agenciamientos de enunciación, por regímenes de
signos en los que la expresión se llama publicidad y
lo expresado (el sentido) es un reclamo o una orden;
que son, en sí mismas, una evaluación, un juicio, una
creencia; que se ejercen sobre el mundo, sobre uno mismo
y sobre los demás. Lo expresado (el sentido) no es una
evaluación ideológica, sino una incitación (hace señas),
un llamamiento a abrazar una forma de vida, es decir,
a abrazar una manera de vestir, una manera de tener
un cuerpo, una manera de comer, una manera de comunicar,
una manera de habitar, una manera de moverse, una manera
de tener un género, una manera de hablar, etc. La televisión
es un flujo de publicidad regularmente interrumpido
por películas, programas de entretenimiento y noticiarios.
La revista de prensa, de acuerdo con el experimento
de Jean-Luc Godard, se reduce, si uno quita todas las
páginas que contienen publicidad, al editorial del jefe
de redacción. Y la radio es un flujo ininterrumpido
de publicidades y de emisiones en las que resulta cada
vez más difícil saber dónde comienzan unas y acaban
otras. Desgraciadamente, hay que reconocer que Deleuze
tenía razón al afirmar que la empresa tiene alma, que
el marketing se ha convertido en su centro estratégico
y que los publicitarios son "creativos".
La empresa explota a su favor,
desnaturalizándola y haciéndola depender de su lógica
de valorización, la dinámica del acontecimiento y el
proceso de constitución de la diferencia y la repetición.
El "acontecimiento"
para la empresa se llama publicidad (o comunicación,
o marketing). Sólo analizaremos ese aspecto particular
de la estrategia de la empresa en la constitución del
consumidor, de su clientela.
Las empresas llegan a invertir
hasta un 40 por ciento de sus cifras de negocios en
marketing, publicidad, estilismo, diseño, etc. Las inversiones
en la máquina de expresión pueden superar de largo las
inversiones en "trabajo".
La publicidad, como
todo "acontecimiento", distribuye ante todo
las maneras de sentir para inducir maneras de vivir;
actualiza las maneras de afectar y ser afectados en
el alma, para realizarlas en los cuerpos.
La empresa, con la publicidad
y el marketing, opera transformaciones incorporales
(los eslóganes de la publicidad), que sólo se expresan
por medio de los cuerpos. Las transformaciones incorporales
producen (o querrían producir) sobre todo un cambio
de sensibilidad, un cambio en nuestra manera de evaluar.
Las transformaciones
incorporales no tienen referente, porque son autorreferenciales.
No hay necesidades previas ni naturales que la producción
satisfaga. Las transformaciones incorporales ofrecen
su propia evaluación y su propio objeto. La publicidad
constituye la dimensión espiritual del "acontecimiento",
que la empresa y las agencias de publicidad inventan
mediante la utilización de imágenes, signos y enunciados,
que se tiene que realizar en los cuerpos. La dimensión
material del acontecimiento, su realización, tiene lugar
cuando las maneras de vivir, de comer, de tener un cuerpo,
de vestirse, de habitar, etc., se encarnan en un cuerpo:
se vive materialmente en medio de las mercancías y los
servicios que se adquieren, en las casas, entre los
muebles, con los objetos y los servicios que se toman,
como "posibles", de los flujos de información
y de comunicación en los que estamos inmersos. Nos vamos
a acostar, nos activamos, hacemos esto y lo otro, mientras
esas expresiones continúan circulando ("insisten")
en los flujos hertzianos, en las redes telemáticas,
en los diarios, etc. Duplican el mundo y nuestra existencia
como algo "posible" que es, en realidad, una
orden, una palabra autoritaria que se expresa mediante
la seducción.
¿Bajo qué forma produce el marketing
la actualización en nuestra alma? ¿Qué tipo de subjetivación
se moviliza por la publicidad? La concepción de un anuncio,
el encadenamiento y el ritmo de las imágenes, la banda
sonora, se construyen sobre el modo "estribillo"
o "remolino". Hay anuncios que resuenan en
nosotros, como hacen las melodías musicales y los estribillos.
Seguramente os habréis sorprendido alguna vez silbando
una melodía publicitaria (a mí, desde luego, me ha sucedido).
La distinción leibniziana entre
actualización en las almas y realización en los cuerpos
es muy importante, porque estos dos procesos no coinciden
y pueden entrañar efectos absolutamente imprevisibles
para la subjetividad de las mónadas.
Las cadenas de televisión no
conocen fronteras entre naciones, clases, estatus, ingresos,
etc. Sus imágenes se reciben en los países no occidentales
o en las capas más pobres de la población occidental
que tienen escaso o nulo poder adquisitivo. Las transformaciones
incorporales actúan bien en el alma de los telespectadores
(de esos países, como en los pobres de los países ricos)
creando una nueva sensibilidad, porque algo posible
existe, incluso si no existe fuera de su propia expresión
(las imágenes de la televisión). A ese posible, para
poseer una cierta realidad, le basta expresarse mediante
un signo, como nos ha mostrado Deleuze.
Pero la realización en los cuerpos,
la posibilidad de adquirir, de vivir con el propio cuerpo
entre los servicios y las mercancías que los signos
expresan como mundos posibles, no ocurre siempre (y
para la mayor parte de la población mundial no ocurre
en absoluto), dando lugar a expectativas, frustraciones
y rechazos. Suely Rolnik, observando estos fenómenos
en Brasil, habla de dos figuras subjetivas que constituyen
los dos extremos en el interior de los cuales se articulan
las variaciones del alma y del cuerpo producidas por
la lógica que acabamos de describir: el glamour de la
"subjetividad de lujo" y la miseria de la
"subjetividad desecho".
Occidente se espanta por las
nuevas subjetividades "islámicas". Pero es
Occidente mismo quien ha creado el "monstruo",
a través de sus técnicas más "pacíficas",
más seductoras. No nos enfrentamos a los restos de las
sociedades tradicionales que se han de modernizar, sino
a verdaderos cyborgs que agencian lo más "antiguo"
y lo más "moderno".
Las transformaciones incorporales suceden antes y más deprisa que las corporales. Tres cuartas partes de la humanidad están excluidas de estas últimas, pero acceden más fácilmente a las primeras (en primer lugar, y sobre todo, por la televisión). El capitalismo contemporáneo no llega primero con fábricas; éstas llegan después, si llegan. Llega sobre todo con las palabras, los signos y las imágenes. Y estas tecnologías, hoy, no preceden sólo a las fábricas, sino también a la máquina de guerra.
El acontecimiento
es un encuentro y también un doble encuentro: una vez
se encuentra con el alma, y otra vez, con el cuerpo.
Este doble encuentro puede dar lugar a un doble desfase,
porque no es más que una apertura de posibilidades bajo
la modalidad de lo "problemático".
La publicidad no es más que un
mundo posible, un pliegue que alberga virtualidades.
La explicación de lo que alberga, el despliegue del
pliegue, puede producir efectos absolutamente heterogéneos,
porque, por una parte, se encuentran con mónadas que
son singularidades autónomas, independientes, virtuales.
Por otra parte, como hemos visto en la ontología neomonadológica,
otro mundo posible está siempre ahí virtualmente. La
bifurcación de series divergentes amenaza al capitalismo
contemporáneo. En el mismo mundo se despliegan mundos
que no son posibles a la vez. Por eso el proceso de
apropiación capitalista no se cierra nunca sobre sí
mismo, sino que se muestra siempre incierto, imprevisible,
arriesgado. El capitalismo trata de controlar esta bifurcación,
siempre virtualmente posible, por la variación y la
modulación continua: ni producción de un sujeto, ni
producción de un objeto, sino de objetos y sujetos en
variación continua, administrados por las tecnologías
de la modulación, que están a su vez en variación continua.
El control, en los países occidentales,
no se expresa solamente por la modulación de los cerebros,
sino también por el modelado de los cuerpos (prisiones,
escuela, hospital) y la gestión de la vida (workfare).
Sería hacer un regalo a nuestras sociedades capitalistas
el pensar que todo pasa por la variación continua de
los sujetos y los objetos, por la modulación de los
cerebros, por la captura de la memoria y de la atención
a través de los signos, las imágenes y los enunciados.
Las sociedades de control integran los "viejos"
dispositivos disciplinarios. En las sociedades no occidentales,
donde las instituciones disciplinarias y el workfare
son más débiles y menos desarrolladas, control significa
directamente lógica de guerra, incluso en tiempo de
"paz" (véase de nuevo el caso de Brasil).
El cuerpo paradigmático de las
sociedades de control occidentales no está ya representado
por el cuerpo encerrado del obrero, del loco o del enfermo,
sino por el cuerpo obeso (lleno de los mundos de la
empresa) o anoréxico (que rechaza ese mismo mundo),
que ve en la televisión los cuerpos asesinados por el
hambre, la violencia y la sed de la mayoría de la población
mundial. El cuerpo paradigmático de nuestras sociedades,
ya no es el cuerpo mudo forjado por las disciplinas,
sino los cuerpos y las almas marcadas por los signos,
las palabras y las imágenes (los logos de las empresas)
que se inscriben en nosotros siguiendo el procedimiento
por el cual la máquina de la colonia penitenciaria de
Kafka graba sus lemas en la propia piel de los condenados.
En los años 70, Pasolini describió
con gran precisión cómo la televisión cambió el alma
y el cuerpo de los italianos, cómo fue el instrumento
principal de una transformación antropológica que ha
afectado sobre todo a los jóvenes. Utilizó prácticamente
el mismo concepto que Tarde para expresar las modalidades
de acción a distancia de la televisión: actúa mediante
el ejemplo antes que mediante la disciplina, por imitación
más que por coacción. Es el conducto de las conductas
y de las acciones sobre las acciones posibles. Su trilogía
de películas sobre los cuerpos fue repudiada porque
no responde a esta transformación. Habla todavía de
un cuerpo anterior a la modulación de los cerebros y,
en ciertos aspectos, anterior a las sociedades disciplinarias.
Estas transformaciones incorporales,
que patinan en nuestro cerebro como estribillos, que
circulan inmediatamente a nivel planetario, que penetran
en cada hogar, que constituyen la verdadera arma de
conquista, de captura, de aprehensión de los cerebros
y de los cuerpos, son sencillamente incomprensibles
para la teoría marxista y las teorías económicas.
Nos encontramos aquí frente a
un cambio de paradigma que no podemos aprehender a partir
del trabajo, de la praxis. Al contrario, éste corre
el riesgo de dar una falsa imagen de la producción hoy,
porque el proceso que acabamos de describir es previo
a toda organización del trabajo (y del no trabajo).
Las imágenes, los signos y los enunciados son, por tanto, los posibles, los mundos posibles, que afectan a las almas (los cerebros) y que deben realizarse en los cuerpos. Las imágenes, los signos y los enunciados intervienen tanto en las transformaciones incorporales como en las transformaciones corporales. Operan como creación y realización de posibles, y no como representación. Contribuyen a las metamorfosis de la subjetividad y no a su representación.