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10 2006

Algunos fragmentos sobre las máquinas

Gerald Raunig

Traducción de Marcelo Expósito, revisada por Joaquín Barriendos, a partir de la versión inglesa de Aileen Derieg

"En la historia de la filosofía el problema de la máquina se considera generalmente un componente secundario de una cuestión más general, la de la techné, las técnicas. Me gustaría proponer aquí una inversión del punto de vista según la cual el problema de la técnica sería parte del tema mucho más extenso de la máquina. Esta 'máquina' está abierta al exterior y a su entorno maquínico, y mantiene todo tipo de relaciones con los componentes sociales y las subjetividades individuales. Se trata por tanto de extender el concepto de máquina tecnológica hasta el de ensamblaje maquínico..."[1].

Félix Guattari describe en este párrafo, con pocas palabras, el alcance de uno de los principales –y frecuentemente mal entendidos– conceptos de su heterogénea producción teórica. Como muchos términos de la forja conceptual guattariana la palabra máquina es arrastrada intencionadamente lejos del lenguaje cotidiano. En su recepción en el ámbito de la teoría, esta práctica de torcer e inventar términos condujo a extendidos y polémicos ataques contra Guattari y su colega Gilles Deleuze por "hippies"[2]. La reinterpretación del concepto de máquina, sin embargo, no es tan nueva y radical como para ser atribuida solamente a los posestructuralistas franceses. Incluso en el Fragmento sobre las máquinas de los Grundrisse de Marx[3], cuyo borrador está fechado entre 1857 y 1858 en tiempos de la expansión final de la revolución industrial en Europa, encontramos ya un movimiento claro en la dirección que Guattari indicó para expandir el pensamiento sobre la máquina.

En esta sección de los Grundrisse, Marx desarrolló sus ideas sobre la transformación de los medios de trabajo de una herramienta simple (lo que Guattari más tarde llamó una protomáquina) a una forma que corresponde al capital fijo, en otras palabras, en máquinas técnicas y "maquinaria". Junto al concepto central de máquina, al que dedicaría más tarde una considerable atención en El Capital, Marx trata lateralmente un segundo concepto que tuvo un gran impacto en posteriores corrientes posmarxistas. El concepto de general intellect, que Marx introdujo como concepto secundario, fue el punto de partida explícito para las ideas de los (pos)operaístas italianos sobre la intelectualidad de masas y el trabajo inmaterial[4]. Las referencias mutuas entre el posestructuralismo francés y el posoperaismo italiano son por lo general tan diversas como las maneras en que estas dos corrientes se refieren a Marx y a la vez se distancian de él; sin embargo, ambas comparten el haber perdido la relación concreta que se da entre los dos aspectos del pequeño fragmento marxiano (máquina - general intellect)[5].

 
Marx sobre las máquinas

Por lo general, Marx dice que “la máquina es, sencillamente, un medio para la producción de plusvalía”[6], en otras palabras, algo que no tiene que ver con reducir el esfuerzo de los trabajadores sino con optimizar su explotación. Marx describe esta función de la "maquinaria" en el Capítulo 13 de El Capital con los aspectos que aumentan la utilización del ser humano como fuerza de trabajo (especialmente del trabajo de mujeres y de menores) prolongando la jornada laboral e intensificando el trabajo. La máquina también aparece siempre como un nuevo efecto de las huelgas y protestas de los trabajadores, ya que el capital no se les enfrenta solamente con la represión directa, sino especialmente creando nuevas máquinas[7].

En el Fragmento, Marx se refiere específicamente a los aspectos negativos de un desarrollo histórico al final del cual la máquina, a diferencia de la herramienta, no se debe entender en absoluto como un medio de trabajo para el trabajador o trabajadora individual: al contrario, encierra el saber y la destreza de trabajadores, trabajadoras y científicos como saber y destreza objetivadas, oponiéndose como poder dominante a los trabajadores y trabajadoras dispersas. De acuerdo con Marx, la división del trabajo es específicamente la precondición para la aparición de las máquinas. Es después de que la mano de obra se transforma en trabajo, un trabajo todavía humano pero cada vez más mecánico y mecanizado, que se dan las condiciones para que la máquina pueda dar un paso más al apropiarse de estas tareas mecánicas de los trabajadores y trabajadoras: "El medio de trabajo, asimilado con el proceso de la producción capitalista, sufre diversas metamorfosis, la última de las cuales es la máquina, o, mejor dicho, un sistema automático de maquinaria (el sistema de la maquinaria, pues la máquina automática no es más que la forma más acabada y más adecuada de la misma, con la que la maquinaria se convierte en sistema) puesto en movimiento por un mecanismo automático o fuerza motriz, que se mueve por sí misma"[8].

Este pasaje de Marx indica que la propia máquina, en el estado final de desarrollo de los medios de trabajo, no solamente incorpora estructuralmente y estría a los trabajadores y trabajadoras como autómatas, como aparatos, como estructura, sino que también se ve simultáneamente impregnada de órganos mecánicos e intelectuales, y es mediante ese proceso que se desarrolla y renueva sucesivamente.

Marx describe aquí cómo las trabajadoras y trabajadores se ven alienados de sus medios de trabajo, cómo se ven determinados (desde el exterior) por las máquinas, describe la dominación del trabajo vivo por el trabajo objetivado e introduce la figura de la relación invertida entre hombre y máquina: “La actividad del trabajador, limitada a una mera abstracción de actividad, se halla determinada y regulada en todos los aspectos por los movimientos de la máquina, y no a la inversa. La ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina, por su construcción, a girar con arreglo al fin que se persigue, como los de un autómata, no reside en la conciencia del trabajador, sino que, por medio de la máquina, éste actúa sobre él como un poder extraño, como el poder de la misma máquina"[9]. La inversión de la relación entre trabajadores y trabajadoras y medios de trabajo en el sentido de la dominación de la máquina sobre el ser humano se define aquí no sólo como una jerarquización del proceso de trabajo, sino que también se entiende como una inversión del traspaso de saber. Mediante el proceso de objetivación de las formas de saber en la máquina, quienes producen este saber pierden toda competencia y poder sobre el proceso de trabajo. El trabajo mismo aparece como separado, disperso en muchos puntos del sistema mecánico, en trabajadoras y trabajadores vivos singulares. "En el maquinismo, para el trabajador el saber es algo extraño, externo, y a la par [...] el trabajo vivo se subsume al trabajo objetivado”[10].

Incluso para Marx en el Fragmento, sin embargo, la inmensa máquina autoactivadora es más que un mecanismo técnico. La máquina no aparece aquí limitada a sus aspectos técnicos sino como un ensamblaje mecánico-intelectual-social; aunque la tecnología y el saber (como máquina) afectan unidireccionalmente al trabajador y a la trabajadora, la máquina no es solamente una concatenación de tecnología y saber, de órganos mecánicos e intelectuales, sino también de órganos sociales, hasta el extremo de que coordina a los trabajadores y trabajadoras aisladas.

De ahí que el carácter colectivo del intelecto humano, en último término, se hace también evidente en la máquina. Las máquinas “son órganos del cerebro humano creados por la mano del hombre, la potencia objetivada del saber. El desarrollo del capital fijo indica hasta qué punto el saber social general, el knowledge, se ha convertido en fuerza productiva directa y, por tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso social de vida se hallan sometidas al control del general intellect y transformadas con arreglo a él. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo bajo la forma del saber sino como órganos directos de la praxis social, [de las relaciones sociales] del proceso real de vida”[11]. Volveré más tarde a la importancia del general intellect, pero llegados a este punto se debe enfatizar el hecho de que la fuerza productiva no sólo corresponde a las nuevas máquinas técnicas, ni tampoco solamente a la concatenación de “órganos mecánicos e intelectuales”, sino también y en especial a la relación de una trabajadora o un trabajador con otro y con los procesos de producción. No es solamente que el interior de la máquina técnica se ve impregnado por líneas mecánicas e intelectuales, sino que también hay vínculos y relaciones sociales que, haciéndose evidentes en el exterior, devienen componentes de la máquina. El Fragmento no sólo apunta al hecho de que el saber y la destreza se acumulan y absorben en el capital fijo como “fuerzas productivas generales del cerebro social”[12] y que el proceso de transformar la producción en saber es una tendencia del capital, sino indica también que la inversión de esta tendencia, la concatenación de saber y tecnología, no se agota en el capital fijo sino que se remite, más allá de la máquina y el saber objetivado en ella, a la cooperación social y a la comunicación.

 
Cuando el teatro deviene máquina...[13]

Sobre la base de las tempranas tentativas de Vsevolod Meyerhold de escenificación para las masas, biomecánica y mecanización constructivista de la escena, tuvieron lugar en el Primer Teatro de los Trabajadores de Moscú, entre 1921 y 1924, las experiencias de "teatro excéntrico" y "montaje de atracciones" desarrolladas por Sergei Eisenstein y Sergei Tretiakov, experiencias de las que posteriormente emergieron diferentes estrategias de producción artística en el cine, la teoría y la literatura operativa. En los primeros años veinte la inclusión de elementos del circo, de la revista y del cine señalaba en la Unión Soviética un ataque a la práctica pura del teatro burgués, un ataque que se ejercía especialmente por medio de las "atracciones". El "teatro de atracciones" incorporaba momentos teatrales agresivos y físicos con la intención de obtener un efecto disruptivo en el mecanismo de producción de ilusión y empatía. Al mismo tiempo, el montaje de atracciones no significaba una acumulación de trucos y artificios efectistas, sino el desarrollo de elementos del circo y del vaudeville para una "ciencia natural" del teatro materialista. Lo que el Proletkult tomó del circo fue la manera de entender la función del artista, así como la fragmentación de su estructura en números, secuenciando "atracciones individuales no conectadas por un tema"[14]; con Eisenstein y Tretiakov, esta desconexión en apariencia deficiente se convirtió en un arma contra la empatía. Para contrarrestar por completo el tema molecularizaron la pieza teatral, montándola como un trabajo de atracciones singulares. Eisenstein escribió: “Considero la atracción como un elemento normalmente primordial e independiente en la construcción de una producción teatral: una unidad molecular (es decir, un compuesto) de la eficacia del teatro y del teatro en general[15]. La atracción es así más que un mero número de circo, es una situación que, como unidad molecular, contiene conflictos. La intención de Eisenstein y Tretiakov era crear una colisión con el público.

El teatro de atracciones no disimulaba que este asalto al público era “la materia principal del teatro”[16]. Contrariamente a la manera en que el ilusionismo teatral invita al público a tomar parte en una experiencia de manera seudoparticipativa, el teatro de atracciones buscó establecer un proceso de excitación fragmentada. El montaje no determinaba en este caso la macroestructura de la pieza, sino que se aplicaba a la composición de las atracciones individuales. “Actores, objetos y sonidos, no son otra cosa que elementos a partir de los cuales la atracción se construye”[17]: un entretejimiento de actrices y actores que no actuaban sino que trabajaban, y de cosas, marcos constructivos y objetos con los que actores y actrices trabajan, en lugar de decorados y atrezzo[18]. “La acción ilusoria del teatro es una manifestación con coherencia interna; lo que tenemos aquí, a cambio, es una expectativa consciente del carácter incompleto de la pieza y de actividad considerable por parte del espectador, que debe ser capaz de orientarse por sí mismo entre las más diversas manifestaciones que se realizan enfrente suyo”[19].

En sus escritos sobre el teatro de atracciones, Tretiakov indica la dirección que debería tomar la relación entre humanos-máquina, máquinas técnicas y máquinas sociales: “El trabajo con el material escénico, la transformación del escenario en una máquina que ayuda a desarrollar el trabajo del actor de la manera más amplia y diversa posible, se justifica socialmente si esta máquina no sólo mueve sus pistones y sostiene una cierta cantidad de trabajo, sino que también comienza a asumir un cierto trabajo útil que sirva a las tareas en marcha de nuestra era revolucionaria”[20]. Por encima y más allá del uso estetizante de las máquinas técnicas y de las construcciones como decoración, estaba el compromiso de intentar hacer transparente la maquinaria escénica teatral como modelo de tecnificación y para crear transiciones fluidas entre las máquinas técnicas y el andamiaje constructivo y el escenario. Más allá de la biomecánica de Meyerhold, que entrenaba con rígida autodisciplina al cuerpo humano como una máquina pero que fácilmente degeneraba en escultura bailada, los actores y actrices se convertían aquí en elementos de la atracción. Y, finalmente, las ideas tayloristas sobre la administración científica del trabajo y la inversión de la relación hombre-máquina condujo al desarrollo de una concatenación de máquinas técnicas (las cosas), cuerpos actuantes y organización social de todos y todas las participantes, incluyendo al público. Estas ideas sobre el entrelazamiento de estructuras técnicas y sociales en el teatro de atracciones se mostraban sólo superficialmente vinculadas a la idea de un "teatro de la era científica". El intento de "calcular" maquínicamente este complejo, según la propuesta de Eisenstein y Tretiakov, va más allá de una relación de exterioridad entre las máquinas técnicas y los colectivos sociales, y más allá de consideraciones puramente matemáticas y técnicas.

Eisenstein describió cómo la atracción se basaba únicamente en algo relativo: la reacción de los espectadores y espectadoras. La representación de una situación dada de acuerdo con un tema y su desarrollo y resolución mediante colisiones conectadas lógicamente con dicha situación, todo ello subordinado al psicologismo del tema, se reemplaza por el montaje libre de atracciones, montadas para lograr un cierto efecto final y realizar así un trabajo sobre el público. Eisenstein y Tretiakov querían cambiar el orden de las emociones, organizarlas de manera diferente. El público tenía que llegar a ser parte de la máquina que llamaban teatro de atracciones. Mediante las "pruebas experimentales" y el "cálculo matemático", querían producir "ciertos choques emotivos" en el público[21]. El acento se pone aquí sobre ciertos choques emotivos: al contrario que la gestión total de las emociones en el teatro burgués, se trataba de una excitación determinada por su grado de utilidad y demarcada con precisión por impulsos montados de forma exacta. Esta intención de "calcular con exactitud" las emociones era un intento, contrario a la estrategia burguesa de ficción estética, de dirigir y examinar esa realidad compuesta por la interacción de signos, trabajo corporal de actores y actrices, y público. Sin embargo, se debe distinguir claramente entre los medios del viejo modelo teatral y los del nuevo. Aunque la representación teatral no se definía explícitamente en la jerga del teatro burgués como “un proceso de trabajo sobre el público con los medios del efecto teatral”[22], la intención de promover una "educación estética" tenía implícitamente un efecto similar. No obstante, el teatro de atracciones buscaba calcular su público. Esto significaba también que “las atracciones se calculan dependiendo del público[23]. En otras palabras, cada representación requería nuevas consideraciones: en efecto, encontraba su propósito en el propio público y su material en el contexto de vida del público. Es bien sabido cuan lejos llevaron Eisenstein y Tretiakov su experimentos de cálculo; se investigaba entre las espectadoras y espectadores, observándose meticulosamente sus reacciones y evaluando cuidadosamente los resultados. El hecho de que sus cálculos tuvieran que tomar en consideración, o al menos ésa era la intención, una gran variedad de posibles consecuencias, suponía ciertamente una impredecibilidad muchísimo mayor que en las prácticas de representación teatral decimonónicas, y ello se debía no solamente a las nuevas clases de público ganadas para el teatro sino también al propio formato experimental de la atracción.

Las representaciones de ¿Escuchas, Moscú? de Tretiakov debieron constituir un pináculo en este orden de cosas, dando lugar a situaciones tumultuosas en el teatro[24]. Escrita, organizada y producida con extrema rapidez como una obra de movilización y agitación de cara a una posible revolución alemana tras la revuelta de Hamburgo que tuvo lugar a finales de octubre de 1923, se estrenó para el sexto aniversario de la Revolución de Octubre, el 7 de noviembre de 1923. Una mirada superficial nos permite observar que la obra de Eisenstein y Tretiakov fracasó a dos niveles. En un primer nivel por los acontecimientos, ya que la revolución, como sabemos, no tuvo lugar. A otro nivel su tema de autorreflexión, incitar a una revolución por medio del arte, sobrestima la práctica artística de una forma totalmente problemática. La revolución buscaba ser escenificada no solamente por la representación de situaciones, sino cambiando la situación al intervenir en ella y mediante la abrupta transformación del teatro burgués en teatro revolucionario. Pero en el estreno moscovita, realizado justo en el contexto de una sociedad socialista, esta representación de la revolución habría de tener un impacto totalmente diferente que en una situación revolucionaria. Tretiakov y Eisenstein hicieron un uso crecientemente tenso de las atracciones, con tal énfasis que provocaron cada vez más excitación entre el público: hubo progresivas interrupciones, parte del público sacó armas, se alzaron los puños y muchos extras participaron en las luchas sobre el escenario, debiendo resultar todo ello en un caos impresionante. Y se cuenta que el ardoroso público debió reaccionar acaloradamente no sólo en el teatro, sino también después en las calles de Moscú: “más tarde se desplazaron por las calles golpeando salvajemente escaparates de tiendas y cantando canciones”[25].

Seguramente no se puede responder a la pregunta de hasta qué punto el teatro de atracciones había "calculado" que habría de tener lugar la espontaneidad descrita también fuera del teatro, aunque el cálculo del público podría perfectamente haber llegado tan lejos como a buscar planificar, calcular y evaluar incluso el caos y el tumulto. Con sus reivindicaciones de una definición exacta de las tareas sociales y de los métodos científicos, Eisenstein y Tretiakov ciertamente sí tuvieron éxito en desplazar la máquina teatral a un terreno tan inestable que ninguna otra práctica artística pudo estar a su altura a corto plazo.

 
Reinventar la máquina

En el "Apéndice" al Anti Edipo, Gilles Deleuze y Félix Guattari no sólo desarrollan un “Balance-programa para máquinas deseantes”[26], sino que también escriben, en contraste con las ideas de Marx sobre la maquinaria[27], su propio concepto de máquina que implica una expansión o renovación del concepto, pero en absoluto una metaforización de la máquina. Deleuze y Guattari no establecen un "sentido figurativo" de la máquina, sino que intentan reinventar el término manteniendo una distancia crítica tanto frente a su sentido cotidiano, como frente al marxismo académico: “No partimos de un empleo metafórico de la palabra máquina, sino de una hipótesis (confusa) sobre el origen: la manera como algunos elementos están determinados a formar máquina por recurrencia y comunicación[28].

La teoría de la máquina de Marx se introduce mediante un término en clave, “un esquema clásico”, y sólo se menciona explícitamente en la tercera parte, la parte final del apéndice[29]. Mientras, en el capítulo decimotercero de El Capital, Marx trata extensamente la cuestión de “qué es lo que convierte al instrumento de trabajo de herramienta en máquina y en qué se distingue ésta del instrumento que maneja el artesano”[30]. Deleuze y Guattari encuentran particularmente insuficiente en muchos aspectos esta concepción lineal. Lo que cuestionan en este punto es menos la lógica inmanente de la transformación de la máquina tal como Marx la describe que el marco que presupone como base de esta lógica: una dimensión del hombre y de la naturaleza que todas las formaciones sociales tendrían en común. El desarrollo lineal desde la herramienta (como extensión del ser humano para mitigar el esfuerzo) hacia un trastorno, por así llamarlo, en el que la máquina en última instancia se independiza del ser humano, determina a la máquina como un aspecto dentro de una serie mecánica. Este tipo de esquema, que proviene del espíritu “humanista y abstracto”, en especial “aísla las fuerzas productivas de las condiciones sociales de su ejercicio”[31].

Imaginada más allá de este esquema evolutivo, la máquina ya no es sencillamente una función singular en una serie que comienza en la herramienta y que sucede llegados a un cierto punto. De manera semejante a como el concepto de techné en la antigüedad significaba tanto el objeto material como la práctica, igualmente la máquina no es sólo un instrumento de trabajo en el que el saber social queda absorbido y clausurado. Por el contrario, se abre, en contextos sociales diferentes, a diferentes concatenaciones, conexiones y emparejamientos: “Ya no existe ni hombre ni naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno dentro del otro y acopla las máquinas”[32].

En lugar de situar la herramienta y la máquina en una serie, Deleuze y Guattari buscan una diferenciación más sutil, y es así que cuestionan la manera en que Marx distingue entre máquina y herramienta. En efecto, esta distinción se podría explicar mediante una genealogía diferente que la seguida por Marx, una que se refiere a la comprensión premoderna de la ‘machina’, en la que la separación entre lo orgánico y lo mecánico era irrelevante. En El Anti Edipo, sin embargo, esta diferencia se trata de manera conceptual/teórica: la máquina es un factor comunicativo, la herramienta –al menos en su forma no maquínica– es, al contrario, una extensión o prótesis sin comunicación. A la inversa, la herramienta concreta, por su uso de intercambio/conexión con el ser humano, es siempre más máquina que la máquina técnica que se imagina como aislada: “Formar pieza con algo es muy diferente de prolongarse o proyectarse, o hacerse reemplazar”[33].

Distinguiendo la máquina de algo que sencillamente prolonga o reemplaza al ser humano, Deleuze y Guattari no sólo rechazan afirmar la figura convencional de la dominación de la máquina sobre el ser humano. También marcan una diferencia frente a la celebración simplista y optimista de cierta forma de máquina que desde el futurismo hasta los ciber-fans corre el peligro de pasar por alto el aspecto social en posibles nuevas combinaciones "hombre-máquina"[34]. En la narración de la adaptación de los seres humanos a la máquina, la sustitución del humano por la máquina pierde de vista el sentido de lo maquínico, según Deleuze y Guattari, no sólo en su articulación crítica marxista, sino también en su tendencia eufórica. “Ya no se trata de enfrentar al hombre y la máquina para evaluar sus correspondencias, sus prolongamientos, sus posibles o imposibles sustituciones, sino de hacerlos comunicar a ambos para mostrar cómo el hombre forma una pieza con la máquina, o forma pieza con cualquier otra cosa para constituir una máquina”[35]. Esas "otras cosas" pueden ser animales, herramientas, otras personas, frases, signos o deseos, pero sólo devienen máquina en un proceso de intercambio, no bajo el paradigma de la sustitución.

Consideremos la fábula El tercer policía de Flann O'Brien, en la que el autor irlandés nos presenta cálculos precisos del momento en que, debido al flujo molecular, las personas en bicicleta se convierten en bicicletas y las bicicletas en personas y en qué porcentaje, con todos los problemas que de ello se derivan: las personas se caen si no se apoyan en la pared y las bicicletas asumen rasgos humanos. De lo que trata esta investigación no es de las cantidades de identidad que cambian (20% bicicleta y 80% humano o, lo que resulta más alarmante, 60% bicicleta y 40% humano), sino más bien del intercambio y el flujo de las singularidades maquínicas y su concatenación con otras máquinas sociales: “Nosotros creemos, al contrario, que la máquina debe ser pensada inmediatamente con respecto a un cuerpo social y no con respecto a un organismo biológico humano. Si es de este modo, no podemos considerar a la máquina como un nuevo segmento que sucede al de la herramienta, en una línea que tendría su punto de partida en el hombre abstracto. Pues el hombre y la herramienta ya son piezas de máquina en el cuerpo lleno de una sociedad considerada. La máquina es, en primer lugar, una máquina social constituida por un cuerpo lleno como instancia maquinizante y por los hombres y las herramientas que están maquinadas en tanto que distribuidas sobre este cuerpo”[36]. Deleuze y Guattari desplazan así la perspectiva desde la cuestión de la forma en la que la máquina es continuadora de la herramienta simple, de cómo los seres humanos y las máquinas son maquinizados, hacia aquella otra de cuáles son las máquinas sociales que provocan la emergencia de determinadas máquinas técnicas, afectivas, cognitivas, semióticas, y hacen sus concatenaciones posibles y al mismo tiempo necesarias.

El principal rasgo de la máquina es la fluidez de sus componentes: cada extensión o sustitución carecería de comunicación, y la cualidad de la máquina es exactamente la contraria, o sea la comunicación, el intercambio, la apertura. Al contrario que la estructura y el aparato de Estado, que tienden a la clausura, lo maquínico tiende hacia la apertura permanente. Desde el texto Máquina y estructura, escrito en 1969, hasta La heterogénesis maquínica, publicado en 1992, Guattari apunta repetidamente la cualidad diferente de máquina y estructura, máquina y aparato estatal[37]: “La máquina tiene algo más que la estructura”[38]. No se limita a manejar y estriar entidades cerradas una respecto de la otra, sino que se abre a otras máquinas y se mueve con sus ensamblajes maquínicos. La máquina penetra varias estructuras simultáneamente. Depende de elementos externos para poder existir. Implica una complementariedad no sólo con el ser humano que la fabrica, que la hace funcionar o la destruye, sino que también mantiene en sí misma una relación de alteridad con otras máquinas virtuales o reales[39].

Además de esta aproximación teórica a un concepto de máquina simultáneamente indiferente y ambivalente en El Anti Edipo y en varios textos de Guattari tanto antiguos como recientes, sin embargo, es importante no omitir el contexto histórico en que fueron escritos, que es el de un giro normativo aplicado a lo maquínico. Guattari había ya comenzado a desarrollar su concepto de máquina a finales de los años sesenta, específicamente contra el trasfondo político de los experimentos izquierdistas sobre las formas de organización. Sus empeños se dirigían inicialmente contra la dura segmentariedad de las izquierdas estatales realsocialistas y eurocomunistas, y sus exploraciones continuaron a través de las experiencias de diversas prácticas subculturales y micropolíticas, en su caso especialmente la práctica antisiquiátrica; y en último término se convirtieron, después de 1968, en esfuerzos por resistir y reflexionar sobre la estructuralización y clausura de la generación sesentayochista en cuadros, facciones y círculos. El problema que Guattari trata en su primer texto sobre la máquina, escrito poco después de la experiencia de 1968, es el de cómo construir una organización revolucionaria duradera: “El problema de establecer una máquina institucional que se distinga por una axiomática especial y por una práctica especial; lo que se quiere afirmar es la garantía de que no se clausurará en alguna de las diversas formas de estructura social, especialmente no en la estructura estatal, que parece ser la piedra angular de las condiciones de producción dominantes aunque no se corresponda ya con los medios de producción”[40]. No sólo las “condiciones de producción dominantes”, sino también las formas contemporáneas de resistencia habían asumido formas maquínicas: estructuralización y clausura como gestos de (auto)protección. Las instituciones maquínicas no pueden reproducir las formas del aparato de Estado, de los aparatos que se sostienen sobre el paradigma de la representación, sino que producen nuevas formas de "prácticas instituyentes": “El proyecto revolucionario como 'actividad maquínica' de subversión institucional tendría que revelar este tipo de posibilidades subjetivas y asegurar su continuidad en cada fase de la batalla contra la posibilidad de 'estructuralizarse'. Y aún así, esta constante comprobación de los efectos de la máquina que afecta a las estructuras nunca podría verse satisfecha con una 'práctica teórica'. Requiere el desarrollo de una práctica analítica específica, que se aplica inmediatamente a cada paso de la organización de la batalla”[41].

 
El general intellect y la máquina EuroMayDay

Una parte importante de lo que Guattari formuló en su pensamiento sobre la máquina teniendo en cuenta el antecedente de las experiencias de Mayo del 68 ha sido actualizado en años recientes –quizá mucho más de lo que lo fuera durante los años sesenta y setenta– en la forma de movimientos no-representacionistas[42] activos contra los regímenes migratorios y fronterizos, la globalización económica y la precarización del trabajo y la vida[43]. Este último asunto es tratado especialmente por el movimiento EuroMayDay[44], que comenzó en Milán y ha buscado reapropiarse del Primero de Mayo, en particular en años recientes. De manera semejante al público teatral revolucionado por la obra de Tretiakov y Eisenstein ¿Escuchas, Moscú?, los y las activistas del EuroMayDay también se mueven hoy a través de las calles, a veces “golpeando salvajemente contra las vitrinas de las tiendas y cantando”; específicamente a través de las calles de unas veinte ciudades europeas entre las que se cuentan Londres, Conpenhague, Maribor, Barcelona, Hamburgo y Viena[45]. A veces se rompen vitrinas, pero con más frecuencia se pinta encima de ellas con spray y se las cubre con una capa de nuevos signos[46]. Las EuroMayDay Parades no sólo renuevan las tradiciones revolucionarias del Primero de Mayo, sino que también se oponen a la privatización de las esferas públicas urbanas con sus cuerpos, imágenes, signos y declaraciones. Este tipo de reapropiación de la ciudad se ejecuta de manera consistente sin necesidad de escenarios ni podios, en el esfuerzo por contrarrestar el paradigma de la representación con el paradigma del acontecimiento.

Pero la máquina EuroMayDay tiene dos temporalidades. No sólo la del acontecimiento, sino también la larga duración de las prácticas instituyentes, en las que la conexión entre la máquina como movimiento contra la estructuralización y la máquina como "fuerza social productiva" es bien clara. Organizar el Primero de Mayo no es la única dimensión de las y los activistas del MayDay: a pesar de los limitados recursos de que se dispone para cumplir los deseos activistas, a lo largo del año hay microacciones y acontecimientos discursivos, comunicación regular en listas de correo y encuentros en varias ciudades europeas para el intercambio transnacional. Además, está creciendo una red cada vez más densa para atacar el asunto de la precarización del trabajo y la vida, no solamente en Europa.

Pero esta formación de prácticas instituyentes es sólo incipiente. De acuerdo con el posoperaísta Paolo Virno, el movimiento “todavía no ha empujado suficientemente lejos, hasta producir un valor político subversivo, las formas de batalla adecuadas para transformar la situación de trabajo precario, temporal y atípico”[47]. Este tipo de empuje comienza menos con las viejas formas de organización en "aparatos de Estado" que con la concatenación de formas maquínicas de movimiento y formas posfordistas de trabajo y vida. En sus textos sobre este tema, especialmente en Gramática de la multitud, Virno toma directamente del Fragmento sobre las máquinas el concepto de general intellect introducido por Marx. Incluso si aceptáramos que el saber social hubiese sido alguna vez totalmente absorbido por las máquinas técnicas en la era de la industrialización, esto sería totalmente impensable en el contexto posfordista: “Obviamente, este aspecto del general intellect importa, pero no lo es todo. Deberíamos considerar la dimensión en la que el general intellect, en lugar de ser encarnado (o mejor, forjado en acero) en el sistema de las máquinas, existe como un atributo del trabajo vivo”[48]. Como formula la teoría posoperaísta, siguiendo a Guattari, debido a la lógica del propio desarrollo económico es necesario que la máquina no se entienda meramente como una estructura que estría a los trabajadores y trabajadoras clausurando en su interior el saber social. Yendo más allá de la idea de Marx sobre el trabajo que es absorbido en el capital fijo, Virno afirma así su tesis de la cualidad simultáneamente preindividual y transindividual del intelecto: “El trabajo vivo en el posfordismo tiene como materia prima y como medios de producción el pensamiento que se expresa mediante el lenguaje, la capacidad de aprender y comunicar, la imaginación, en otras palabras las capacidades que distinguen la conciencia humana. De acuerdo con esto el trabajo vivo encarna el general intellect (el 'cerebro social'), lo que Marx llamó 'el pilar de la producción y la riqueza'. Hoy, el general intellect ya no es absorbido por el capital fijo, ya no representa sólo el saber contenido en el sistema de las máquinas, sino la cooperación verbal de una multitud de sujetos vivos”[49].

Apropiándose del término marxiano Virno indica que el "intelecto" no debe entenderse aquí como la competencia exclusiva de un individuo, sino como un lazo común y una fundamentación de la individuación en constante desarrollo, como una cualidad social del intelecto. Aquí, la "naturaleza" humana pre-individual, que reside en el habla, el pensamiento, la comunicación, se ve aumentada por el aspecto trans-individual del general intellect: no se trata sólo de la totalidad del saber acumulado por la especie humana, no sólo de las capacidades previas compartidas en común, es también el entre las trabajadoras y trabajadores cognitivos, la interacción comunicativa, la abstracción y la autorreflexión de los sujetos vivos, la cooperación, la acción coordinada del trabajo vivo.

Finalmente, sobre la base de los escritos de Virno podemos conectar el general intellect como capacidad colectiva y el concepto de máquina en el sentido de Guattari. El saber como intelectualidad colectiva es complementario a la cualidad maquínica de la producción y del movimiento social. El general intellect, o el "intelecto público", en la manera en que Virno lleva aún más lejos el concepto, es otro nombre para la expansión guattariana del concepto de máquina más allá de la máquina técnica y fuera de su ámbito: “Al interior del proceso de trabajo contemporáneo existe una constelación de conceptos que funcionan por sí mismos como 'máquinas' productivas sin necesitad de un cuerpo mecánico ni una pequeña alma electrónica”[50].

 

[1] Félix Guattari, "Über Maschinen", en Henning Schmidgen (ed.), Ästhetik und Maschinismus. Texte zu und von Félix Guattari, Berlín, 1995, pág. 118.

[2] Ver por ejemplo Richard Barbrook, "The Holy Fools", en Mute, nº 11, Londres, 1998, págs. 57-65; Oliver Marchart, "The Crossed Place of the Political Party", <http://www.republicart.net/disc/empire/marchart02_en.htm>, 16 de octubre de 2005.

[3] MEW (Marx-Engels Werke, <http://www.mlwerke.de/me/me_mew.htm>) vol. 42, págs. 590-609 [castellano: Grundrisse. Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política 1857-1858 II, traducción de Wenceslao Roces, Obras Fundamentales de Carlos Marx y Federico Engels, Vol. 7, Fondo de Cultura Económica, México, 1985; el fragmento referido, págs. 105-115].

[4] Para un resumen general de las varias referencias al Fragmento sobre las máquinas en las generaciones operaístas y posoperaístas, véase Paolo Virno, "Wenn die Nacht am tiefsten... Anmerkungen zum General Intellect", en Thomas Atzert y Jost Müller (eds.), Immaterielle Arbeit und imperiale Souveranität, Munster, 2004, págs. 148-155.

[5] Por ejemplo en el temprano libro de Antonio Negri Marx más allá de Marx (Akal, Cuestiones de Antagonismo, Madrid, 2001), escrito a partir de su seminario sobre los Grundrisse en la École National Supérieure de la rue de l'Ulm de París en 1978, no se trata el tema de la máquina. Maurizio Lazzarato es una excepción, pues ha seguido la idea de la relación entre estos dos aspectos tanto en su obra sobre el trabajo inmaterial como en su videofilosofía.

[6] MEW vol. 23, pág. 391 [castellano: El Capital. Crítica de la Economía Política, traducción de Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1986 (19ª); esta cita procede del Vol. I, Sección Cuarta: La producción de la plusvalía relativa, XIII. Maquinaria y gran industria: 1. Desarrollo histórico de las máquinas, pág. 303].

[7] MEW vol. 4, pág. 174 [castellano: Miseria de la filosofía, traducción de Martí Soler, Siglo XXI, México, 1987 (10ª), págs. 115-116. "Como potencia hostil al obrero, la maquinaria es proclamada y manejada de un modo tendencioso y ostentoso por el capital. Las máquinas se convierten en el arma poderosa para reprimir las sublevaciones obreras periódicas, las huelgas y demás movimientos desatados contra la autocracia del capital", El Capital, Vol. I, Sección Cuarta: La producción de la plusvalía relativa, XIII. Maquinaria y gran industria: 5. Lucha entre el obrero y la máquina, pág. 361].

[8] MEW vol. 42, pág. 592 [castellano: Grundrisse, op. cit., págs. 106-107].

[9] Ibídem, pág. 593 [castellano: ibídem, pág. 107].

[10] Ibídem, pág. 595 [castellano: ibídem, pág. 109].

[11] Ibídem, pág. 602 [castellano: ibídem, pág. 115].

[12] Ibídem, pág. 594 [castellano: ibídem, pág. 108].

[13] Este fragmento es una versión abreviada de la sección "Theatermaschinen gegen die Darstellung. Eisenstein und Tretjakov im Gaswerk", en Gerald Raunig, Kunst und Revolution. Künstlerischer Aktivismus im langen 20. Jahrhundert, Verlag Turia + Kant, Viena, 2005 [traducción inglesa de Aileen Derieg: Art and Revolution, Semiotext(e): Los Angeles/New York 2007].

[14] "Ein Experiment der Theaterarbeit", en Peter Gorsen y Eberhard Knödler-Bunte (eds.), Proletkult 2. Zur Praxis und Theorie einer proletarischen Kulturrevolution in Sowjetrussland 1917-1925, Stuttgart, 1975, pág. 113.

[15] Sergei Eisenstein, "Montajes y atracciones" (1923), El sentido del cine, edición de Jay Leyda, traducción castellana de Norah Lacoste, Siglo XXI, México, 1990 (5ª), pág. 173.

[16] Ibídem.

[17] "Ein Experiment der Theaterarbeit", op. cit, pág. 112.

[18] La concatenación que aquí se describe de elementos, actrices y actores, cosas, sonidos y público, se aproxima sorprendentemente al concepto de máquina de Guattari. En El Anti Edipo, Deleuze y Guattari mencionan que en el futurismo y constructivismo rusos ciertas circunstancias de producción, a pesar de su apropiación colectiva, permanecen "externas a la máquina"; la práctica del teatro de atracciones parece contradecirles.

[19] "Ein Experiment der Theaterarbeit", op. cit., pág. 116.

[20] Sergei Tretiakov, "Theater der Attraktionen", Gesichter der Avantgarde, Aufbau, Berlín y Weimar, 1985, pág. 68.

[21] Sergei Eisenstein, "Montaje y atracciones", op. cit., pág. 172.

[22] "Ein Experiment der Theaterarbeit", op. cit., pág. 112.

[23] Sergei Tretiakov, op. cit., pág. 69.

[24] Ver "Hörst du, Moskau?", en Gorsen y Knödler-Bunte, op. cit., pág. 128, nota al pie.

[25] Sergei Tretiakov, "Notizen eines Dramatikers", Gesichter der Avantgarde, op. cit., pág. 99.

[26] Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia, traducción de Francisco Monge, Paidós, Barcelona, 1998 (3ª), págs. 395-413.

[27] En El Anti Edipo Deleuze y Guattari parecen referirse directamente a El Capital; Guattari, en "El capital como 'integral' de las formaciones de poder", menciona explícitamente el Fragmento sobre las máquinas [Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Traficantes de Sueños, Madrid, 2004, págs. 75-98; accesible en <http://traficantes.net>].

[28] Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti Edipo, op. cit., pág. 396.

[29] Ibídem, págs. 409 y ss.

[30] Ibídem supra nota 7.

[31] Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti Edipo, op. cit., págs. 396-397.

[32] Ibídem, pág. 12.

[33] Ibídem, pág. 397.

[34] Llegados a este punto se debe hacer notar que el uso del concepto de máquina por parte de Deleuze y Guattari es consistentemente indiferente y ambivalente. Los aspectos sombríos de la maquinización aparecen regularmente en sus escritos, como en las reflexiones sobre las formas de máquina de guerra fascistas y posfascistas en Mil mesetas o el concepto guattariano de "servidumbre maquínica" en el "capitalismo mundial integrado", como Guattari llamó a comienzos de los ochenta al fenómeno que hoy se denomina genéricamente globalización. A diferencia de Marx, la "servidumbre maquínica" no significa aquí relación subordinada del ser humano con la máquina técnica que objetiva el saber social, sino una forma más general del control colectivo del saber y de la necesidad permanente de participación. Es la cualidad maquínica del capitalismo posfordista –aquí Guattari se encuentra muy próximo a las teorías de la gubernamentalidad neoliberal desarrolladas a partir de Foucault– lo que añade a los sistemas tradicionales de represión directa una paleta de mecanismos de control que requieren una complicidad por parte de los individuos.

[35] Gilles Deleuze y Félix Guattari, El Anti Edipo, op. cit., pág. 396.

[36] Ibídem, pág. 409.

[37] El relevante concepto de "aparato de Estado" va mucho más allá que las concepciones tradicionales sobre el Estado; como el opuesto de las máquinas, los aparatos de Estado se caracterizan por sus estructuras, sus espacios estriados y su dura segmentariedad.

[38] Félix Guattari, "Über Maschinen", op. cit., pág. 121.

[39] Félix Guattari, "La heterogénesis maquínica", Caosmosis, Manantial, Buenos Aires, 1996, págs. 47-74.

[40] Félix Guattari, "Máquina y estructura", Psicoanálisis y transversalidad, Siglo XXI, Buenos Aires, 1976.

[41] Ibídem.

[42] Aventuramos este neologismo allá donde el autor utiliza, en alemán, nicht-repräsentationistisch, y en inglés non-representationist. Obviamente se está refiriendo al hecho de que en ciertas prácticas de los movimientos de años recientes encontramos una negación simultánea del régimen de representación clásica tanto en términos políticos como estéticos: se trataría así de movimientos tanto no-representativos como no-representacionales. Para nombrar esa simultaneidad, por tanto: no-representacionistas [NdT].

[43] Esta categoría de "prácticas no-representacionistas" no incluiría al movimiento de los Foros Sociales, que aún no ha llegado a cumplir sus declaraciones, contenidas en sus estatutos, de rechazo de la representación tanto en su forma como en sus contenidos.

[44] Sobre las cuestiones que trata este movimiento (principalmente la precarización del trabajo y la vida), ver los artículos del monográfico precariat de transversal, la revista online del eipcp: <http://eipcp.net/transversal/0704>, en particular la discusión terminológica de Angela Mitropoulos, "Precari-Us?".

[45] Ver <http://www.euromayday.org> y los enlaces en este sitio web con los diversos sitios locales del EuroMayDay.

[46] Sobre este aspecto de reapropiación de la ciudad que tiene lugar durante las manifestaciones EuroMayDay, ver Gerald Raunig, "La inseguridad vencerá. Activismo contra la precariedad y MayDay Parades", <http://eipcp.net/transversal/0704/raunig/es>; también en Brumaria, nº 5, Arte: la imaginación política radical, verano de 2005.

[47] Paolo Virno, "Un movimento performativo", <http://eipcp.net/transversal/0704/virno/it> (italiano).

[48] Paolo Virno, Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas, Traficantes de Sueños, Madrid; accesible en <http://traficantes.net>.

[49] Ibídem.

[50] Paolo Virno, "Wenn die Nacht am tiefsten... Anmerkungen zum General Intellect", op. cit., pág. 154.